miércoles, 30 de septiembre de 2020

causas y efectos

 "La estúpida obediencia del efecto a la causa"*
la mítica costumbre de ensamblar coincidencias,
más el deseo perenne por no quedarse solo:
imagina qué sale de esta mezcla que anhela.
 
Que anhela tus mañanas, tus tardes y tus noches,
tus guisos, tu cintura, poder curar tus penas;
tu risa, nuestros juegos, los abrazos bonitos,
las pelis, el vinito, nuestra charla perpetua.

Lo cursi se acumula, las ganas no me caben,
los efectos que cuadro con mis miopes poemas;
la infantil fantasía, pensar que te merezco,
acumulando causas, buscando coincidencias.

Qué puedo yo saber de causas y de efectos,
sólo sé lo que siento, que mutaste mi esencia
en versos al futuro, en risas y detalles:
en saber que te quiero junto a mí siempre cerca.


*este verso es una línea de "Rayuela", me gustó, y vi que era un Alejandrino.
 



lunes, 28 de septiembre de 2020

y entonces

Entonces llanto. Y perdones y abrazos y besos babosos y más perdones y sexo tierno, desgarrado, enamorado, seguro. Y amanecer con la luz del otro entre los brazos. Y perdonarnos y seguir llorando. Y hablar del futuro. Y estar convencidos de que no hay nada más en el mundo que el espacio entre los dos. Y desgastarse el uno al otro de tanto quererse y no aceptarse. Y así.

Esto es de "Todos los días son nuestros", de Catalina Aguilar Mastretta. Sí, ya había escrito sobre este libro que parece ser me impactó más de lo que pensaría.

Me gusta particularmente ese amanecer con la luz del otro entre los brazos. Pienso que luego de tantas lágrimas compartidas, peticiones de perdón honestas y perdones concedidos que esperan estar libres de rencores, quede una luz muy particular donde exista el amor que se le tiene al otro. Amanecer en los brazos del otro, con el rostro cubierto de sudor y lágrimas, con esa cierta paz que viene luego de sortear como se ha podido la tempestad. Y ojalá sea domingo y sólo haya que levantarse a vaciar la vejiga y se pueda volver a ese pequeño edén que se crea en ese abrazo compartido con los besos dispuestos y esperando. Donde nada más importa que el espacio entre los dos.

 



lunes, 21 de septiembre de 2020

somos

 
 
Han pasado tantas cosas, he sentido tantas cosas a ambos lados de lo que puedo sentir: miedo profundo, dolor, un sinsentido al que no le veo los pies; pero también alegría y felicidad, esa que hace que me brote la sonrisa como si me fuera tan fácil hacerlo. Me has dado dolor pero también la mayor alegría. Y la cosa es que llego a tu casa y veo tus ojos claros (llenos de claridad, sin el rencor que te quedaría (o lo que sea que es) libres de todo) y me siento el más enamorado de nuevo. Me diste tanto, tal vez sin darte cuenta. En ese beso en mi mejilla lleno de ternura, ese rodearme con tus brazos dándome a entender que a pesar de todo te sientes increiblemente bien en mis brazos. Y luego tus palabras, ese amarme al odiarme, pienso qué tan grande es lo que sientes por mí que no te quedó más remedio que sacarlo con palabras. 
Han pasado tantas cosas que tendrían que hacerme pensar que si no ha sido un error lo que tuvimos sí sería momento de desterrarte de mi cabeza y de todos esos sueños que me he atrevido a construir, así si los cimientos siguen siendo de algodón. 
No hay lógica alguna, pero esto es amor, no ciencia.

jueves, 17 de septiembre de 2020

los otros autorretratos

Los últimos tres autorretratos son de este año, y creo que cada uno tiene una intención.

Del primero no podría explicar el por qué de esos dos rostros entrelazados, uno más pesaroso que el anterior, pero así quedaron. Un rostro más grande que el otro, a diferente altura, pero ambos mirando a quien los mire. La foto del rostro más grande la tomé luego de derramar unas lágrimas por mi madre que parecía morir, el otro es sólo mi rostro que se resiste a sonreír.

El segundo parece lo opuesto. Estoy muy sonriente a pesar de tener el rostro lleno de golpes: rasguños, moretones, raspones, un corte profundo. Así de sonriente estaba yo enamorado, luego el asunto se jodió de algún modo y me fui de hocico sin meter las manos. La foto la tomó ella, de ahí la sonrisa.

El último es bastante reciente, de hace pocos días, de una foto que me tomé algunos días antes. Por primera vez se aprecia mi cabello largo. Creo que representa un yo más sereno que puede mirar de frente. Me gustó bastante cómo quedó.

En los tres retratos se aprecia, con mayor o menor intensidad, la herida que me hice en la frente, hace un año jugando basquetbol. Una herida significativa.






más versos para ella

 Los esqueletos de este viaje amoroso:

 

Quizá he sido el mejor novio
también un vulgar patán
mi cara cae de vergüenza
mirando lo que hago mal.

Tú no mereces mis gestos
mi lado más animal
mereces a un lindo novio
al que digas: sos lo más.

Disculpa que han sido días
que yo no puedo entender
lo irracional de mis actos
no poderme contener.

No entiendo lo que me pasa
pero mi pesar es grande
y aunque a veces sea tan tonto
no pretendo lastimarte.

Tenme un mucho de paciencia
que a veces hay mucha mierda,
mas cuando los años pasen
verás que valió la pena.
 
 
 
Hoy veo que ciego rima con ego
y me vuelvo a sentir tan ignorante
parece que los años no pasaran
cuando estrello de nuevo los cristales.
 
Con las piezas me corto poco a poco
haciendo heridas de todos los tamaños
dejando trozos ante tus pies desnudos
con los que sin querer también te daño.
 
Perdona la torpeza de mis actos
habita un monstruo adentro en mis entrañas
aquel que te enseñó más que un colmillo
"artista" de las riñas que me faltan.
 


Ni táctica ni estrategia
ni segundas intenciones,
y aunque el cliché sea tan grande
sólo fuimos quienes somos.
Y así nos enamoramos
y así nos entusiasmamos,
pensando que quizá fuera
el otro a quien esperábamos
para enfrentar al futuro 
sin la soledad a cuestas. 



Dices píntate sonriendo
mas no me haces sonreír,
y las sonrisas sin alma 
no son cosa para mí.
Tú has pintado mi sonrisa
me has dicho te ves feliz,
ya quita esa sonrisota:
pero sabes que es por ti.
Mi cara de enamorado
con mis ojitos así;
mira que hasta con los ojos
me enseñaste a sonreír.
 

viernes, 11 de septiembre de 2020

Autorretratos

En los últimos meses he estado pintando algunos autorrestratos, iba a decir bastantes, pero la verdad es que no creo que sean tantos. En todo caso son muchos menos de los que me han venido a la cabeza como una posibilidad, que no sé si verían finalmente la luz. 
 
Ha sido, me parece, parte del proceso de autoconocimiento al que me sometí: psicoterapia. Y, en este momento me doy cuenta que estos seis autorretratos resultantes se pueden agrupar en dos. 
 
Tres de las pinturas simulan un rompecabezas. Pero es un rompecabezas inacabado, en construcción, con sólo una parte de mi rostro. Y me parece obvio que así hayan salido, que de esa forma se me haya ocurrido pintarlos. Porque estoy construyéndome. 
 
Y sé perfecto que estoy muy lejos todavía de poder decir que ya lo he hecho, frente a los nuevos retratos en donde pinté rostros completos. También me parece que todos los retratos deben estar aquí, en esta bitácora de mis días. Estos son los tres primeros:

 


nosotros los irresponsables

La verdad es que no pensaba volver a escribir sobre la pandemia, sobre el Covid, ni sobre la cuarentena. Otra verdad es que esto lo pensé escribir hace tres semanas quizá, pero se postergó, tanto que incluso creí que ya no vería la luz del internet, jajaja.

El asunto es que, al menos en mi entorno más inmediato, no hemos sido precisamente los más cuidadosos ni los más responsables. Hemos sido descuidados y valemadres, partiendo de aquel principio del a mí, a nosotros, no nos va a pasar. Supongo que porque nos creemos mejores o con más derecho que los demás. Nada raro, casi todos piensan igual. 

Nosotros sí nos cuidamos. Nosotros salimos, pero con precauciones. Nada más vamos a ser quince personas (que terminan siendo treinta), sólo los más allegados (y como todos nosotros sí nos cuidamos no hay problema). Y hay una fiesta y una reunión y un cumpleaños. Bueno, en mi familia ha habido hasta fiestas de más de cien personas. No tenemos ninguna certeza de las precauciones ni las salidas de los invitados a ese petit comité pero confiamos porque somos familia y, ya sabemos, nosotros somos los buenos.

Y claro, empezando por mí que comencé una relación en plena cuarentena. Y aunque sólo iba a verla a su casa y ahí nos quedábamos, sé, sabíamos lo irresponsables que fuimos. 

Pero la verdad es que al ver el número desmedido de personas que entraban y salían de mi casa para visitar a mi mamá, sentí que sería un imbécil si yo respetaba la prohibición mientras los demás hacían de su culo un papalote. Sé que los males de muchos son el consuelo de los tontos, y no niego mi estupidez. Pero de nada serviría que yo evitara saludar a las visitas si todos llegaban a besar y abrazar a mi madre y a mi padre. Y yo ayudaba a mi madre a hacer muchas cosas estando a sólo centímetros de ella.

Pero bueno, hemos tenido suerte. Por ahora.


jueves, 3 de septiembre de 2020

consumista...

Consumista consumado
comprador empedernido
con el mundo detenido
tu corazón se ha parado.
Mira lo que te ha pasado,
la razón de tu existencia
en las tiendas tu presencia
se quedó para otros tiempos
pues con estos contratiempos:
tendrá que cambiar tu esencia.