jueves, 27 de noviembre de 2014

las segundas partes


Dicen que las segundas partes nunca son buenas. Hablo de cine, no de relaciones personales. Y en general es algo que podemos constatar. El hecho de que una película cuente con una segunda parte, depende de cuánto dinero generó en la taquilla, no de la calidad de la cinta, ni de si tiene posibilidades de una continuación de su historia.

Así por ejemplo, “Lemony Snicket: Una serie de eventos desafortunados” y “La brújula dorada”, pese al calibre de sus elencos (Meryl Streep en una y Nicole Kidman encabezando el de la otra), no alcanzaron la cifra monetaria requerida, y no vieron luz verde sus secuelas; ambas, adaptaciones de series de libros. Por el contrario, “Piratas del Caribe”, película realizada a partir de un juego mecánico de Disneyland, tiene 4 partes y va por una quinta; que si de hacer billetes se trata, la historia es lo de menos (aunque las partes 2 y 3 tienen un argumento muy elaborado que si “macha”). Mismo caso de “Rápido y furioso” o “Transformers”.

Hay dos segundas partes clásicas, que los expertos califican incluso mejores que sus antecesoras: “El padrino II” y “El imperio contraataca”. Es claro que aquí hablamos de una planeación previa de la historia, ésta va más allá de lo que se puede contar en la primera entrega, es parte de ella. Hay otra segunda parte fenomenal, también entre las mejores, que incluso, homenajea a varios cineastas de esa generación: “Toy Story 2” (George Lucas: “El regreso del Jedi”, Steven Spieldberg: “Jurasic Park” y Stanley Kubrick: “2001 Odisea del espacio”). Otra joya de las mentes maestras de Pixar.

Y precisamente son algunas cintas de animación las que presentan segundas partes increíbles, por raro que parezca (los niños sólo quieren ver dibujitos, no les interesa la historia, ni les molesta el humor de pastelazo). Además de la historia de Woody y Buzz, la segunda parte del “Kung Fu Panda” me parece sensacional, no sé si incluso más que la primera, la segunda parte de “Shrek” es un estupendo complemento de la primer cinta; también aprecio muchísimo las de “Cars” y “Monsters”.

Pero de entre éstas y otras grandiosas segundas partes, me quedo con “Antes del atardecer” de Richard Linklater, continuación de “Antes del amanecer”, aquel romántico encuentro nocturno de dos almas afines; coescrita por el director y sus dos protagonistas (Ethan Hawke y Julie Delpy) nueve años después. Narrada en tiempo real, es bella y devastadora, por lo que es y lo que no fue, por ese destino caprichoso y a destiempo, llegando tarde, para pesar de ambos. Y hay una tercera parte: “Antes del anochecer”.

¿Alguna otra gran segunda parte?




martes, 25 de noviembre de 2014

Te doy mis ojos.



Ver Te doy mis ojos es doloroso. Sobre todo si conoces a alguien que vive o vivió algo similar. Sobre todo si has escuchado a tu madre o tu abuela, una y otra y otra y una vez más, argumentando lo que esgrime tan convencida la madre de la protagonista. Duele saber que conoces a alguien así.

Duele creer que alguien diga que aunque le peguen la quieren. O que porque la quieren le pegan. O que esa tunda que se han llevado la tenían merecida. Peor aún: Es la voluntad de dios, la cruz que me tocó cargar.

Ver Te doy mis ojos es doloroso, pero es necesario. Es una película tan bien construida, que incluso invita a verla de nuevo. Una película que no da concesiones, ni un final feliz, porque generalmente en estas circunstancias no hay finales felices. No aboga por la bondad del ser humano, mas bien conoce las debilidades de las que adolecemos.

Es triste, pero real. Las personas difícilmente cambiamos.




viernes, 21 de noviembre de 2014

Confesiones...


Conocí a Leticia en una fiesta a la que asistí con Omar y su novia. Casi ocho meses exactos, después de que mi ahora exmujer me echara de su vida. Casi a dos meses de haber firmado el divorcio. Un divorcio que no debió ser, porque habíamos acordado no casarnos. Dos personas están juntas porque quieren estar juntas, no porque un papel dice que deben estar juntos. Hasta que la muerte los separe es mucho tiempo. Eso decíamos nosotros, faltaba ver lo que decían sus padres, tan buenos católicos ellos. Si de por sí era un disparate no querernos casar por la iglesia, lo era más querer vivir en unión libre, Cómo animales, le oí decir una vez a su abuela, sin la bendición de nuestro señor; claro está que su señor no era el nuestro. Pero como todos se imaginarán, terminé casado, ante dios y ante los hombres, como debía ser. La única hija de esa familia no podía protagonizar semejante sacrilegio. Alguno de sus hermanos tal vez, pero ella no.

Para hacer el numerito de la boda hay que prepararse, incluso tomar un curso o retiro como le llaman ellos. Prepararte para ser un buen marido, ella una buena mujer, una pareja como dios manda. Un fin de semana donde te das cuenta que las ñoñerías de cierta gente alcanzan grados que no te crees. Esa gente, ¿de verdad así piensa?, esos ademanes plásticos son los de todos los días, o sólo se están luciendo ante el sacerdote y ese dios que todo lo ve, que ya me ha visto cada que puedo ver los pechos de la futura señora González, pero él entenderá que están lindísimos y más bien sería pecado no admirarlos, ese escote, aunque discreto, es una clara invitación; además, con el riesgo que supone no ser descubierto, ni por mi mujer, por ella o su futuro esposo.

Esa idea del dios que todo lo ve sólo me atormentó en mi entrada a la adolescencia, cuando descubres a la masturbación tu mejor amiga, y no sabías que tanto placer era posible, ni que tu imaginación fuera tan buena. Ya le habías hecho el amor a la siempre deseada amiga de tu madre, a la maestra de educación artística, a la prima segunda que conociste en el velorio y a esa compañera tan bien desarrollada: que la fama de puta, en tu mente no importaba, ella te quería sólo a ti. Me atormentaba que dios hurgara en mis deseos libidinosos y en mis fantasías perversas, donde yo era el rey del sexo y ninguna mujer quedaba insatisfecha. Que me viera masturbándome con la imagen de la caja de las medias de mi madre, qué piernas tan espléndidas tenía esa sonriente mujer; con la foto del periódico, con las mamasotas del Condorito. Que leyera en mi mente todas las cosas que quería yo hacerle a esas mujeres. Me avergonzaba, me avergonzaba muchísimo. Y aunque había ya entendido que pensar y hacer todo eso era pecado, y que vivir en pecado era muy malo, nunca me atreví a decirle en mi confesión al padre, que dentro de mis actividades cotidianas se encontraba la masturbación frenética y la imaginación desbordada. Si ya dios lo sabe, este hombre no tiene por qué enterarse que me la jalo casi todos los días. Le dice Clementine a Joel en “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, cuando tratan de esconderla en su mente, para no ser alcanzada por el artefacto borra recuerdos: Llévame al lugar más vergonzoso; la lleva a un recuerdo donde masturbándose con un comic zoofílico, es brutalmente sorprendido por su inoportuna madre. Pero ni entre tanta vergüenza escapa al olvido.



jueves, 20 de noviembre de 2014

Historias de adolescentes


En alguna ocasión impartí una clase de Apreciación cinematográfica, a un grupo bastante numeroso. Les proyecté dos películas mexicanas totalmente opuestas, como una especie de experimento. Una muy buena: “Temporada de patos” de Fernando Eimbcke, la otra, una de las peores películas mexicanas que he visto (bueno, esto dicho desde que tengo criterio para hablar sobre ello, que en mi infancia vi bastantes malas películas mexicanas, pero entonces no lo parecían): “Mosquita muerta” de Joaquín Bissner.

Como esperaba, aunque decepcionado, la primera a la gran mayoría no le gustó, mientras que la segunda, fue del agrado de casi todo el grupo. Hay que decir que a quienes les gustó “Temporada de patos”, no les agradó en lo más mínimo la segunda película: los estudiantes más avispados.

“Temporada de patos” es una película en blanco y negro, con cámara fija en planos relativamente largos, con casi nula música de fondo, que narra el domingo ocioso de dos adolescentes sin propósito. Razones por las que además recibí algún: Está bien aburrida su película. Nada que ver con la narrativa cinematográfica actual.

De “Mosquita muerta” no vale la pena hablar, más allá de que ya he dicho lo mala que es. La vi un día de mi cumpleaños; Cinemex me obsequiaba un pase doble para ver todas las películas que quisiera. Después de ver “Sweeney Todd”, había chance de ver otra y para mala fortuna era la única que nos acomodó.

Todo esto viene a cuento de que hoy se estrena la nueva película de Fernando Eimbcke: “Club Sandwich”, otra cinta con una historia sobre la adolescencia, que esperaba desde hace un buen rato.