domingo, 28 de octubre de 2018

¿Fahrenheit 451?

Tiene pocas semanas que leí Fahrenheit 451, el libro más famoso de Ray Bradbury. Pese a ser una obra breve creo que es una obra muy poderosa, demasiado vigente el día de hoy y en las décadas por llegar. 

Pienso que en el estado actual en que se encuentra el libro como producto dentro de la sociedad, los grandes libros quedarán sepultados por un montón de basura consumida como golosinas (libros de yutubers y pendejos con un mínimo de fama –que no talento–, las novedades inacabables de la autoayuda, y millones y millones de libros autopublicados o distribuidos por wattpad, sin el menor rigor editorial). Porque si alguien se quiere expresar lo puede hacer de la manera que se le venga en gana, y supuestamente nadie tiene derecho a decirle que lo que ha escrito o creado es una mierda, porque lo único importante es la expresión y manifestación de sus sentimientos. Esa parece ser la realidad.

Pero ya me he vuelto a ir por otro lado. 

La razón por la que cree esta nueva entrada del blog fue para desahogarme sobre lo absolutamente espeluznante que es la versión que de la novela de Bradbury ha hecho recientemente HBO. 

He dicho más de una vez que no hay manera de comparar un producto fílmico con un libro pero esa porquería de película poco tiene que ver con el mítico libro del señor Ray. 

Para empezar dos de los cinco personajes principales son suprimidos, completamente borrados. Mister Montag, quien en esta basura es un jovencillo caguengue, es soltero. Junto a su esposa Mildred, Faber, el antiguo profesor universitario, tampoco figura en esta efectista y hueca película. Aquel terrorífico sabueso con patas de araña también fue borrado obscenamente. 

Qué hacemos. Una película hueca para una sociedad hueca. Pero me sorprendió de HBO.


sábado, 27 de octubre de 2018

Pasiones de octubre

El partido de ayer de la Serie Mundial duró más de siete horas. ¡Qué! Dirán todos con demasiada razón. Estuviste siete horas aplastado viendo un partido de aburridísimo beisbol. Sí, lo hice. Igual que otros millones de personas en el continente americano. Pero el partido no tuvo nada de aburrido. Fue fantástico. Lo malo es que la emoción me duró en el cuerpo más de lo deseado y aunque eran casi las 3 am me tardé más de media hora en poderme dormir.

Buehler lanzó siete entradas con sólo dos hits y sin bases por bolas pero Bradley Jr se la voló a Jansen y empató el partido. En la entrada 13 (con cuatro entradas extra) Bostón anotó luego de errores ridículos de Dodgers pero al cerrar la entrada Dodgers anotó de la misma manera. Y así hasta la estrada 18. Un homerun de Muncy y ahora sí, todos a dormir, o a irse a sus casas, porque el estadio seguía casi lleno.

Qué hacemos, es uno de los pequeños grandes placeres de mi vida. Pero este beisbol que se juega en estos días de calentamiento global es muy distinto del que veía con mi padre y mi hermano hace treinta años, cuando decidí apoyar a los Oakland Athletics.

Parece que ahora está prohibido tocar la pelota; ni siquiera si hay tres jugadores entre primera y segunda y nadie cubriendo la tercera base; no hablemos de querer avanzar al corredor sin outs.

La Sabermetría es la nueva religión del rey de los deportes. Hay ahora un montón de estadísticas nuevas que desconozco, formaciones especiales a la defensiva y ningún secreto para ningún jugador.

Pero hay más justicia. Los llamados de los ampayers están bajo escrutinio y las malas decisiones se cambian, excepto en el conteo de bolas y strikes, donde se sigue dependiendo de la a veces miope y desigual evaluación de los árbitros. Los pitchers sólo reclaman cuando les conviene, nunca he visto que protesten por un strike a 15 centímetros del home.

Con todo, sigue siendo el rey. Y lo será por muchos años.


martes, 23 de octubre de 2018

De las soledades


     Hay una enorme diferencia entre el comportamiento virtual de hombres y mujeres solos. A pesar de la farsa que se representa, los alardes de la mujer sobre su capacidad para vivir sin un hombre tienen mucho de verdad. Sí quieren encontrar un hombre sin mucho de príncipe ni de caballero pero que tampoco sea despreciablemente vulgar u obsceno. Lo buscan, incluso. La chica que se jacta de no necesitar un hombre para ser feliz es la que lo anhela; la feliz sólo es feliz, no necesita teatros. Algunas se aferran todavía al encuentro cósmico con un hombre fiel: no puede ser que todos los hombres sean iguales. Otras más experimentadas o quizá con hermanos o un padre promiscuo, saben que ese hombre no existe, pero que existe la discreción y el respeto por quien duerme contigo y soporta toda tu mierda; de quien te prepara ese té cura diarreas. Desde una discreta mirada a la despampanante rubia que se les cruza en la plaza hasta la aventura con la caderona compañera del trabajo; tristemente las tentaciones sólo se quitan cediendo a ellas y la fuerza de voluntad sólo se le vende en libros a ignorantes y necesitados. Pero, que ponga cuidado en que no te enteres, se aprecia. Que cuide que su traición no se convierta en cruel chisme ni arma rastrera en el hormonal pleito con la cuñada, se valora. Qué triste es darte cuenta que eras la única que no sabía, que todos murmuraban quién sabe cuántas cosas a tus espaldas; qué jodidamente triste saber que quien dijo amarte ha dado motivo para que los más imaginativos puedan inventar morbosas historias para tener un poquito de atención. Y herirte de paso.
     Tantos años de doctrina machista heredada es difícil de combatir, seguro imposible de extirpar. Su metástasis tiene copados muchos niveles del pensamiento, es dueña de fantasías y prejuicios, fue alimentada devotamente en dosis constantes. Cuántas muñecas como ensayo de la anhelada maternidad se alimentaron y se les llevó a la escuelita, cuántos corazones fueron dibujados en cientos de libretas y libros y cuanta hoja de papel apareciera. Cuántas formas tan distintas de cocinar al alma gemela se han tragado gustosas, saboreadas, paladeadas y eructadas. Cuántas veces te has soñado sin cerrar los ojos en el altar junto al hombre de tu vida, viendo claro como responde sí con lágrimas en los ojos frente a toda tu familia; puedes incluso ver el orgullo y la felicidad en el rostro de tus padres.
     Si hablamos con sinceridad, todas esas mujeres independientes que presumen las virtudes de su soltería y lo realizadas que se sienten en ese supuesto estado de libertad absoluta, sí quisieran una pareja que las acompañara a devolverle una sonrisa a la vida, un hombre al cual amar y que las ame, que las acepte y las mime de vez en cuando. ¿Quién no querría algo así? También con sinceridad hay que decir que sí pueden ser felices solas. Incluso muchas lo son, aunque sea de a ratos, que ya es bastante. Sin un cavernícola encima que se crea su dueño, y el amo y señor de sus decisiones. Como a veces pareciera que casi todos son.
     El ejemplo está en los viejos viudos. En cómo afrontan la vida una mujer y un hombre de más de cincuenta que se han quedado solos de repente. De cuarenta y tantos incluso. A pesar de la consigna del dolor que no se cansa ni se va y que parece acumularse más que el polvo, una mujer sigue su vida, tratando de acostumbrarse a la terrible ausencia del amado, del compañero, del cómplice. No necesitaba a nadie pero tuvo la suerte de vivir con él 20, 30 o 40 años. Y lloraron juntos y se rieron juntos. Y una vida amable le evitó a él tener que afrontar su inutilidad sin su dedicada compañera, sin la que le daba todo a cambio de casi nada, porque así aprendió y porque era su gusto. Será por eso que las mujeres en promedio viven más que los hombres. Para poder ser esa madre nunca prescindible.
     Pero, cuántos viejos quieren reemplazar a esa especial mujer que supo soportar todas sus manías y deficiencias con otra mujer. Lo más pronto posible. Con una mujer joven –mucho más joven que ellos– los más ingenuos. Cuántos pueden apreciar por fin lo inabarcable de su inutilidad sumado a la tristeza por su “vieja”, su “gorda”, su amor; sin la que les daba tanto a cambio de tan poco. Quien les dio hijos y los educó. Qué vale un hombre sin la compañera que la vida le obsequió. ¿Cuántos hombres viudos solos conoces que consideres relativamente felices?
     Recuerdo al vecino de la casa azul casi en la esquina. Tenía su esposa y su amante, una amante ya de bastantes años. Desconozco si la esposa habrá sabido de la doble vida amorosa de su señor. Muere la esposa y tras un pequeñísimo luto llega a vivir con él la antes prohibida mujer. Pero la vida conyugal a esta le duró menos que la obligada congoja a él, y quizá ella ni siquiera haya terminado de desempacar todas sus cosas antes de salir de allí, despavorida. “Que lo aguante su madre” habrá dicho al salir la ilusa mujer. Cómo va a ser igual tenerlo de a ratitos y de buenas que verlo diario y con todas sus caras. Las caras malas se multiplican y las buenas con el tiempo se resisten a salir, y una sonrisa llena de arrugas pierde esa magia que dicen que tiene, una sonrisa fingida queda descubierta tras la inexacta máscara. El hombre que creyó a esa mujer segura incluso dejó de aguantarse los pedos y a molestarse por el mal olor dejado en el baño; toda esa peste sumada al constante tufillo de la diaria convivencia resulta insufrible.


sábado, 20 de octubre de 2018

La novela y Javier Marías


¿Cómo definir a la novela?

Si intentara responder esta pregunta seguramente cantinflearía más de lo acostumbrado, me parece complicado ponerla en palabras exactas, entendibles para cualquiera.

Creo que es, como bien apunta Javier Marías: un género híbrido y flexible de algo no sucedido, que no ha tenido lugar en la realidad; la forma más elaborada de la ficción. Un género tan huidizo como abarcador cuyas mayores virtudes son su flexibilidad y su libertad, mismas que pueden resultar también su talón de Aquiles.

Javier Marías elaboró dos discursos –para mí grandiosos– respecto a este género maestro de la literatura, están como notas finales de sus novelas Mañana en la batalla piensa en mí (1995) y la última edición de Los dominios del lobo (1999) que fuera su primera novela, publicada cuando tenía tan sólo diecinueve años en el 71. El primero es el discurso pronunciado al recibir el Rómulo Gallegos y el segundo una reflexión llamada Contra la costurera y el decorador, escrito tras la nueva edición de la novela.

Marías habla de todas las posibilidades que tiene una novela basado en esa flexibilidad y libertad que tiene a partir de la hibridación, la imaginación y, por supuesto, el talento del escritor. Y si la novela es ese gran género huidizo y abarcador no es posible que sea encasillada con un manual de instrucciones:




Es así que "las más notables y perdurables obras dadas a la historia por ese género poco definible y mal definido siempre, son obras que se han apartado sin vacilaciones de la convención y ortodoxia a que se lo ha querido ceñir a menudo, para así acotarlo, restringirlo, empequeñecerlo y trivializarlo". Porque por alguna razón nos gusta encasillar las cosas y tener etiquetas para todo.

Una novela no sólo cuenta –también dice Marías–, sino que nos permite asistir a una historia o a unos acontecimientos o a un pensamiento, y al asistir comprendemos. Nos comprendemos. Y al empezar a leer, el autor cede su lugar al narrador, quien nos toma de la mano y nos conduce por el inesperado sendero.

lunes, 15 de octubre de 2018

1Q84


Pues por fin leí a Murakami. Ya he señalado que soy una persona demasiado morbosa, razón por la que todo el alboroto en torno al japonés me llenaba poderosamente la morbosa imaginación. Que si es un maravilloso escritor y que merecería ganar el Nobel de literatura pero que si es un escritor más del montón, sin méritos para ser alabado por las multitudes. A grandes rasgos por ahí van los argumentos.

El libro fue 1Q84, el año de la muerte de Cortázar el día de mi cuarto cumpleaños y el título de aquel otro mítico libro 1984 al cuál se hace referencia en más de una ocasión en el mencionado ejemplar. Es un tabicón de más de 700 páginas en letra del 8 lo que para mi lenta lectura requirió de bastantes días. Es algo que podría nombrar como ciencia ficción en el pasado debido a la gran cantidad de elementos fuera de la realidad que aderezan la lectura del libro en cuestión.

El libro fue un regalo de cumpleaños de una buena amiga hace algunos ayeres pero se había llenado de polvo, relegado por el cine, los deportes televisados y otros libros que se le adelantaron. Pero a cada capillita le llega su fiestecita, dice el dicho popular. 

La historia me atrapó, si no desde un inicio, sí en los primeros capítulos en los que me preguntaba cómo iba a evolucionar esa historia y en qué iba a terminar, sobretodo en cuanto empiezan a aparecer elementos fantásticos dentro de lo que se supone es una realidad cotidiana japonesa de principios de los ochentas. El morbo, qué le hacemos.

Pero debo decir que la escritura de Murakami me ha dejado insatisfecho, no le veo ninguna virtud. Me parece una prosa anodina y trivial con un exceso de explicaciones que me hacían pensar en que fuera una lectura para estudiantes de secundaria, algo que contrastaba con la temática sexual explícita que hay en varios pasajes del libro. Aunque ya había deducido lo que pasaba, el autor no se quedó con las ganas de explicarlo con puntos y comas enormes para que no queden dudas (lectura a prueba de pendejos).

Pese a todo esto me gustaría saber qué va a pasar, porque aunque olvidé señalarlo, el libro que tantas noches cansó mis manos contiene únicamente los dos primeros volúmenes de la obra del japonés, que por lo que me dice el internet hay uno más de otras 400 páginas. Lo ideal será ver si alguien me lo presta.

Será que luego de tener en las manos a Saramago, Stevenson y Marías la prosa del señor Murakami se ve pequeña, o será que soy más exigente que antes. No lo sé, pero ahora pienso en el cine de Burton que me parece en exceso sobrevaluado. 

O será que el conocimiento nos va volviendo amargados insatisfechos.

jueves, 11 de octubre de 2018

Buscando



La semana pasada fui al cine a ver Buscando (Searching), una de esas películas que te hacen subir a la montaña rusa en sus primeros minutos y que no te dejan relajarte un poco hasta que ha terminado la proyección, y digo un poco porque una vez terminada la secuencia de imágenes, en mi cabeza se formó una secuencia de pensamientos que me dejó cavilando mientras caminaba de regreso a casa.

La historia cuenta la frenética búsqueda de un padre de su hija extraviada en condiciones muy misteriosas. Una búsqueda realizada a través de redes sociales siguiendo el rastro de la actividad virtual de su hija. Pensé que sólo un padre de cuarentaycinco años o más joven podría haber llevado a cabo una investigación de esa manera –y no todos seríamos capaces–, sólo alguien con la destreza adquirida en los nuevos medios desde su aparición.

Ya dije que la película te atrapa desde el inicio y tiene la particularidad de ser narrada siempre desde una pantalla, de celular, ordenador o cámara de video, haciendo que nos involucremos más en la historia al estar tan directamente expuestos a las imágenes. Pero también recalca el punto de que cada vez hay más personas metidas en sus pantallas que en lo que se supone que es la realidad, viviendo en una vida llena de emoticones, gifts y acrónimos.

Pero hay dos situaciones que me dejaron pensando un mucho más, ambas relativas a la relación padre-hijo. Cuánto conocemos realmente a nuestros hijos, o a la inversa, cuánto nos conocen realmente nuestros padres. Luego, cuánto estaríamos dispuestos a hacer para proteger la vida de nuestros hijos, incluidas cosas viles y deshonrosas.

No diré más sobre el filme para no arruinárselo a nadie pero seguramente regresaré a teclear sobre esos peculiares asuntos que señalé.

Me pareció coherente ver en los créditos finales el nombre de Timur Bekmanbetov como productor del filme. Sólo como dato curioso.


lunes, 8 de octubre de 2018

de herencias y relaciones

Una de las ideas enraizadas que tengo (me gustaría decir "que tenía" pero parece que no es así) es que soy idéntico a mi padre y completamente diferente de mi madre.

Debe ser feo y decepcionante ver que ese niño al que pariste tiene todos los defectos que aborreces de tu marido, y que por más que lo miras no se parece ni tantito a ti (ni físicamente).

Debe ser frustrante pensar que fuiste tú la que decidió casarse con él justo un segundo después de que le gritas con odio a tu hijo: Eres igual a tu padre. Porque a él si puedes gritarle, con ese niño puedes desahogarte cuando ante el otro no puedes alzar la voz porque podría golpearte.

¿A quién más podría parecerme?

Me he desviado de a donde quería ir. Erik diría que es interesante el camino que tomé, aunque no me diría por qué.

La cosa es que, hace ya más de un año (ah jijo) en una sesión Erik me dijo: a ver explícame eso de que eres distinto a tu madre porque yo te veo igual. Eres igual a tu mamá.

La verdad es que pensé que bromeaba. Ahora sé que nunca bromea. También pensé que lo decía para ver mi reacción, como probándome. Pero la idea de la broma fue la que se me quedó en la cabeza. Luego, como siempre, me ocupé de otras banalidades.

Meses después lo comprendí. Toda esa parte narcisista de mi persona puedo verla en mi madre. A eso se refería Erik.

A veces es difícil ver con tanta claridad.


jueves, 4 de octubre de 2018

lógicas

La lógica, que por lógica debería ser elemental, no lo es en realidad, y muchas veces vemos que no aparece siquiera en el horizonte más cercano de cualquier cosa o sentencia. Así que vivimos un mundo repleto de disparates.

Quizá el lugar más repleto de sinsentidos sea la religión, pero los cultos religiosos tienen su propia lógica en la que carecer de sentido parece ser parte del sentido de la misma. La religión no pide razón pide fe. Una confianza sobrenatural en un montón de dogmas sin sentido.

Durante mi blasfemia escrita he podido compartir puntos de vista con otros entusiastas librepensadores, y en alguna ocasión un buen amigo me comentaba sobre lo ridículo que resulta "la santísima trinidad" si uno se propone explicarla, o que te la expliquen (cómo puede ser un dios hijo y padre al mismo tiempo al tiempo que deambula como santo fantasma (holly ghost)). Es más absurdo que ver al coyote persiguiendo al correcaminos.

O aquel otro asunto de la pureza de la santisisisísima virgen María con su inmaculada concepción y lo aún más extraordinario de su parto mágico con la presencia del espíritu santo como inesperado fecundador.

Se me ocurre que cuando la curia católica se encontraba definiendo los misterios de su fe estaban cayéndose de pedos, incluso drogados, para creer que las ridículas historias que estaban ideando tenían algo de sentido (como aquello de que dios creó el día y la noche el primer día pero al sol hasta el cuarto). Ya habiéndola cagado a alguien menos pendejo se le ocurrió sentenciar que los caminos del señor eran misteriosos para disimular lo absurdo de las historias y acallar todas las preguntas. Corregir sobre la marcha.

Pero si bien el sentido de la coherencia estaba ausente en el diseño de las historias fundamentales de los católicos, los argumentos para disimular la estulticia y seguir embaucando ingenuos han sido, si no lógicos, al menos contundentes y funcionales.

Con un enfermo grave van de ganar ganar: si el infeliz muere, después de determinado sufrimiento, dios le ha permitido descansar y acompañarlo en el cielo eterno; dios así lo quiso, dios sabe lo que hace (aunque no lo parezca). Si por el contrario se cura, ha sido dios y sólo él el responsable de devolver la salud al susodicho antes infeliz. Los doctores y la ciencia son meros adornos.

Si bien aquellos fueron bastante tontos estos han resultados demasiado oportunos. La lógica, un asunto menor.