viernes, 30 de agosto de 2019

El problema

Recuerdo muy nítidamente la primera vez que escuché "El problema" de Ricardo Arjona. No recuerdo el día ni el mes pero sí el momento preciso, si es que esto que escribo tiene lógica para alguien más. Venía de regreso de una reunión con mis amigos, una reunión bastante sobria (jaja) en ambos sentidos de la palabra. Creo que me tomé únicamente cinco cervezas antes de volver a la casa.

Y fue precisamente durante el trayecto de vuelta que en el radio sonó una melodía que jamás había escuchado, y segundos después, esa voz que tan bien conozco y conocía. 

Y parecía que Ricardo sabía perfectamente cómo traía yo el alma en esos livianos días. Y entonces esos primeros versos me resultaron tan significativos y al mismo tiempo cargados de ese dolor dulce de la añoranza amorosa: el problema no fue hallarte, el problema es olvidarte; el problema no es tu ausencia, el problema es que te espero; el problema no es problema, el problema es que me duele...

Luego el estribillo pierde fuerza aunque tiene sus cosas punzantes. Luego compré el disco y es uno que me encanta escuchar; hay muchísimo extrañar en esas canciones. 

La canción no es de mis predilectas del para mí admirado guatemalteco, pero recuerdo muy bien ese momento donde parecía entenderme tan bien, como si pudiera ver a través de mí y cantarme algo que tanto me significaba.



miércoles, 28 de agosto de 2019

Romance inútil a la muerte



La muerte llega otra vez,
-no debiera ser sorpresa-,
de hecho nunca está lejos
pero llega y nos aterra;
cual si fuera el mismo diablo
el que saluda sin pena.

Llega siempre tan pausada
impasible, tan serena;
no tiene prisa, sí calma,
el tiempo juega con ella.

La divierten nuestros gritos
se regodea en las quejas,
y aunque sonriendo se mofa
de nuestra infantil rabieta,
tantas veces se pregunta
el origen de esta treta
en que se descalifica
la razón de su existencia.

Si ella es la única justa
la que nunca se vendiera,
la implacable, la imparcial,
nuestra insobornable jueza;
la que no entiende reproches
ni llantos que chantajean.
Pues la muerte es el contrato
lo único que nos queda,
y que a todos nos hermana,
lo que seguro nos llega.

También lo que desde niños
en sueños nos atormenta.
Y por eso nuestros miedos
y por eso tanta pena,
el desastre que aparece
cuando menos se la espera;
la incongruencia de pensar
que la vida será eterna.



viernes, 23 de agosto de 2019

de la entrañable Buba

Estaba revolviendo mis papeles viejos, sobre todo mis dibujos y caricaturas que he guardado –que creo que no son todos, habré perdido bastantes–, los dibujos y comics que me gustaban y que también conservo, y entre todos esos papeles almacenados encontré una fotocopia de un comic de Buba con la que seguramente decoré aquel periódico mural. 

La verdad es que de estos versos no me acordaba (un romance), no están en mi recuerdo, como sí algunos otros de José Martínez Quintero. Fue bueno releerlos; ver el romance que me daba la mano.

Me quedé pensando que quizá uno de los causantes de que me guste tanto el verso rimado es precisamente Martínez Quintero, a quien pude conocer hace ya bastantes años. En su obra están juntos poesía y dibujo, filosofía e ironía, y un muy oscuro y delicioso sentido del humor.

Esta es la obra en cuestión:


Pongamos que soy un perro,
¿a qué cuerpo astral le aullo?
Pongamos que soy un gato,
¿a qué gata le maullo?
Si vivo de mi intelecto,
¿por cuánto me prostituyo?
Pongamos que soy el diablo,
¿en mi cuarto o en el tuyo?

Pongamos que estoy muy triste,
¿para qué diablos me agüito?
Pongamos que soy Carl Sagan,
¿cómo explico el infinito?
Pongamos que soy creyente,
¿a qué pruebas me remito?
Pongamos que soy tu amante,
¿me quieres mucho o poquito?

Pongamos que soy Titino,
¿quién es el dios que me mueve?
Pongamos que soy un indio,
¿qué tal si danzo y no llueve?
Pongamos que soy la luna,
¿cuán frágil soy y cuán breve?
Pongamos que mi alma ha muerto,
y sin embargo... ¿se mueve?

Pongamos que soy priista,
¿no quieres pan con lo mismo?
Pongamos que estoy drogado,
¿cuánto dura el espejismo?
Pongamos que soy de izquierda,
¿quién me aplica un exorcismo?
Pongamos que no soy nadie,
pongamos que soy yo mismo.


La cosa es que busqué el material en internet esperando hubiera una imagen nítida en algún lugar; esperando también encontrar los versos para no transcribirlos (qué flojo). 

Sólo encontré dos blogs plagiando los versos, cuyas dueñas ni siquiera tuvieron la delicadeza (¿decencia?) de copiar correctamente las palabras de la obra de Quintero. Que sin pensarlo demasiado, no es novedad en estos tiempos del internet.

sábado, 17 de agosto de 2019

Todos los días son nuestros



El tiempo y el desgaste. Los esfuerzos fallidos por encontrarnos pensando lo mismo. Las ganas de ser lo que no éramos para volvernos el ideal del otro. Al principio –cuando el puro amor– decíamos que habíamos tenido suerte de conocernos tan chicos porque nos conocíamos de verdad, nos sabíamos las mañas de antes de que tuviéramos el vicio de fingirnos para quedar bien. Pero no es cierto, porque al mismo tiempo éramos tan niños que no habíamos terminado de formarnos. Nos hicimos del roce con el otro. Hoy me veo y no sé qué de mí es mío y qué es de él.*

¿Cuánto cedemos para complacer al otro? ¿Cuánto de nosotros mutamos o al menos disfrazamos lo más convincentemente posible para ser del completo agrado de nuestro significant other*? ¿Cuánto estamos dispuestos a perder en ese afán de perro faldero?

Difícil responder. Complicado saber a ciencia cierta qué tanto de nuestro comportamiento está obedeciendo esa manía de que la otra persona nos vea como su ideal y no desee jamás estar sin nosotros. 

Y a veces necesitas alejarte demasiado (un divorcio de distancia) para poder ver todo lo que de ti estabas sometiendo en pos de ese afán estúpido, de ese hábito abrazado como al peluche de la infancia. Dice aquella triste canción (triste por real): yo que te di todos mis sueños, y para mí nada soñé. Yo que creí tenerlo todo... Y cada uno habla como le va en la feria pero no todos pueden mirarse sin parpadear frente al espejo.


*De Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta.

*Ya he dicho alguna vez cómo me gusta esta expresión anglosajona.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Las historias de Catalina

Hace algunos años fui al cine a ver una película que llamó mi atención cuando apareció en las carteleras cinematográficas: "Las horas contigo". Una película mexicana. La ópera prima de Catalina Aguilar Mastretta. Un drama emotivo y bien narrado; una de esas películas que me gusta ver. Los últimos días de la abuela en compañía de su nieta mayor, a la que crió y alcahueteó, su amiga y cómplice; y de su hija, el opuesto de ambas, con quien parecieran no tener nada en común.

Luego está el hecho de que me gusta bastante Cassandra Ciangherotti, la protagonista. Pero eso es independiente de la película.

Hace algunos meses me topé con un libro que llamó mucho mi atención al pasar la mirada husmeando entre los libros en el centro comercial. Me acerqué a ver con mayor precisión: "Todos los días son nuestros", la autora: Catalina Aguilar Mastretta. Esto tiene más lógica, habré pensado; sus padres son escritores. Lo tomo y lo volteo para ver de qué va la historia. Me encuentro una cita de Xavier Velasco: Ironía en esteroides. Mala leche en almibar. Una historia narrada con bisturí. Sobra decir que me llevé el libro.

Es una historia fantástica. Desgarradora y cruel. Y honesta, muy honesta. El peregrinaje emocional de la protagonista tras la separación luego de tantos años. Motivada por una nimiedad, algo que pareciera tan absurdo que nadie lo cree. Pero tantas veces es una pequeña gota la que derrama los vasos. 

Catalina plasma con aplastante exactitud esa forma tan femenina de no saber por qué se hacen las cosas o de decir una cosa cuando se esperaba decir lo opuesto. ¿Cuánto de nosotros se va después de tantos años de compartirlo todo?

Quizá sea un absurdo pero en ciertos párrafos sentí que lo que leía conversaba con lo que yo escribí; como en una buena charla con cerveza en mano. Finalmente, ambas historias parten de la separación amorosa, están narradas en primera persona e intentan ser honestas.




lunes, 12 de agosto de 2019

Severus (fieles traidores)

Vino a mi cabeza don Severus, el temidísimo profesor Snape, el Príncipe mestizo. Y aquí estoy intentando hablar sobre quien creo es un personaje interesantísimo, de unos libros que me encantan, con versiones cinematográficas a la altura de sus circunstancias.

La verdad es que me siento algo extraño escribiendo cosas como que este es un personaje fantástico. Creo que no soy ningún experto en lo que a personajes profundos o interesantes se refiere. Pero, sea como sea, hay personajes que te dejan pensando cosas, además de admiración por quienes los crearon. Aunque la aparición del "entrañable" profesor Snape, me llegó porque escribí aquello sobre los fieles traidores, Judas y David Gale, y a mi cabeza llegó también el duro semblante del Príncipe mestizo.

Cuando vas avanzando en la historia de Harry Potter, el niño que sobrevivió, una de las cosas más interesantes es el desarrollo del personaje de Severus Snape; el hombre que parece despreciar sin motivo alguno al héroe de la historia, quien quizá sólo por envidia le carga a este la mano de forma desproporcionada.

Pero llega el quinto libro y las actitudes de Severus ya no parecen tan absurdas: cómo no despreciar a quien es la viva imagen de quien le hizo pasar momentos tan desgraciados, quien además se quedó con el amor de su vida. Cómo no sentir odio frente al chico socarrón con privilegios especiales, predilecto de todos los demás profesores, cuando es la imagen de quien le hizo tanto daño. Cómo ser amable con quien te recuerda tanto dolor, a pesar de ser hijo de la mujer que amaste toda tu vida.

Y es que además de ser el envidioso que odia al buen Harry, es quien traiciona a Dumbledore y lo asesina. Pero el experto en pociones tiene un secreto, un gran secreto.



lunes, 5 de agosto de 2019

un hombre...

"Imagina que un hombre le cuenta a un amigo que acaba de terminar su relación con su novia. Le dice que no le duele y que está bien, pero mientras habla empieza a llorar. Pero mientras más dice que está bien y que no le duele, más llora". 

Yo soy ese hombre que dice ser inmune al dolor, a un dolor particular, personal, algo que sólo yo conozco. Pero que cuando me tocan la herida de ese dolor, a pesar de haber dicho saber sobre él y ser consciente de ello, me duele y lloro.

La verdad es que no espero nada amable de mi madre. Soy consciente de que vendrán actitudes y palabras hostiles, algunas sin aparente motivo, sólo por joder. Así es como lo veo.

"Si no esperaras nada, como dices, entonces no te dolería como te duele".

Hemos construido (mis padres y yo) una fantasía de cimientos sólidos en mi inconsciente, muy adentro, muy profundo, de muros que parecen inquebrantables. 


Deseas que no te duela lo que tanto te duele.