“Si tus celos
piensan que no hay aventura que se me resista, que hasta a veces quisiera
parecerme al tipo que tú crees que soy”
–Cuántas putas veces quieres que te diga
que no. Que ese relato no es sobre nadie.
Ya no respondió. Un alivio, porque yo ya estaba
entrando a la zona en la que sólo salen gritos de mi boca y ya no mido mis
palabras. Bueno, cuando las consecuencias de no medirlas pueden ser nefastas,
porque no se me da mucho eso de andarlas midiendo. Pero me seguía mirando con
odio, con los ojos inyectados del odio de la traición y la mentira. Proyectando
en su mente las imágenes evocadas por mi perturbada imaginación.
Se supone que ella es de cierta manera
culta. Que lee al menos. Que no lee mierda, lee libros decentes, algunos
grandiosos. Y yo no seré escritor pero escribo, y escribir es fabular, al menos
en algunas partes, muchas en ciertos casos. Generalmente mezclamos dosis
desbalanceadas de ficción y realidad que se van amalgamando sin recibir órdenes.
Los hechos inventados y la información existente salen por nuestros dedos ya
enlazados, ya hechos. Lo que uno luego edita son las formas, estos nuevos
hechos que estamos creando no cambian, son parte de nuestra realidad de
fabuladores.
El asunto es que publiqué un relato en mi
blog sobre una fortuita infidelidad con alta dosis fetichista en su contenido.
Dejé volar mi pervertidísima imaginación en lo que mis dedos teclearon, sin
pensar en quedar bien con nadie más que con el relato mismo, como debe ser.
Narré el depravado encuentro entre un pervertido fetichista con una adúltera
complaciente como pude haber contado la historia de amor de una anciana y su
perro, aunque para esta última historia habría tenido que exprimir mucho más mi
imaginación debido al tema.
Ya le di más de dos vueltas a todas las
explicaciones posibles que encuentro en mi cabeza para hacerle entender que
muchas cosas de las que he escrito son sólo inventos míos. Que no porque haya
escrito sobre algo significa que lo he hecho. Que me gusta escribir en primera
persona y tampoco tiene algo que ver. Pero sus oídos son más sordos que los de
su abuela.
Menos mal que no se me ocurrió escribir un
relato homosexual. Al parecer una mujer es mucho más humillada si la traicionan
con otro hombre. Menos mal.
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