domingo, 4 de diciembre de 2016

el poder de la muerte


La muerte tiene un poder transformador increíble. Basta con que uno muera para que se convierta accidentalmente en una buena persona, para que se vuelva motivo de un homenaje repleto de sonoros aplausos, para esta persona cuyo único acto redimitorio fue morir.

Y prohibido está querer decir que aquel muerto era de tal o cual desafortunada manera, “de los muertos no debe hablarse” te reprenden con una mirada severa. Pero no lo está uno difamando, sólo se hace referencia a que por ejemplo, era un hijo de la chingada. La verdad no tiene remedio.

La muerte de Luis González de Alba fue finalmente la que hizo posible que su insistente petición para que el ingeniero Gonzalo Rivas recibiera la medalla Belisario Domínguez se concretara. Prácticamente fue cumplir el deseo de un muerto. O que expliquen por qué mientras Luis estaba vivo y no cesaba en su reclamo no se le hizo caso alguno.

Pero creo que cualquiera querría seguir teniendo vivo al imperfecto de su padre o su madre, que contemplar los quizá raros aplausos y la medalla para homenajear a quien su única virtud fue morir.


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