jueves, 30 de agosto de 2018

de seductores

Mientras buscaba una imagen para ilustrar el posteo sobre la distancia entre el dicho y el lecho o hecho –ya depende cada uno y de su caprichosa mente–, encontré entre los resultados que me arrojó el catálogo de imágenes de Google varios videos que prometían proveer de las palabras y actitudes precisas para llevar una mujer a tu cama. Bueno, se espera que sea cama, no por tradicionalistas sino por comodidad.

Yo, morboso como soy, no pude resistir la tentación de ver qué clase de tonterías y antídotos mágicos proveerían esos individuos necesitados de fama internetera. Pinché un primer video de unos siete minutos de duración y apareció un individuo al que ni en pedo le creería algún consejo sobre seducción. Ni pizca de carisma, ni rasgos agraciados, ni cosa que lo hiciera merecedor de mi atención y mi credulidad. Será que tirándole a la cuarentena soy alguna especie de joven lobo de mar, razón por la que el video de ese supongo que entusiasta individuo me pareció auténtica basura. Pero tiene su público (para todo hay mercado), tenía dos comentarios que le agradecían la valiosa información.

El segundo video que vi era mejor en todos los sentidos. Sin dejar de ser una basura en general, pero, comparándolo con lo que acababa de ver: hasta la basura se separa. Un chico mucho más presentable, al que sí le puedo creer que haya engatusado a varias ingenuas y entusiastas, acompañado de una chica muy pero muy atractiva. Aunque le resultó contraproducente la presencia de la guapa chica porque se pasó contradiciendo muchos de los consejos y argumentos que el joven explicaba. El remate de la chica fue genial: No importa lo que hagan o lo que digan, muchas mujeres, a pesar de lo encantadores que sean y que nos parezcan, no iremos a su cama. Debió al menos ponerse de acuerdo con ella.

Y había muchos más videos prometiendo la sagrada información, videos que no vi, tampoco crea usted que mi morbo no conoce límites. Otro tipo de artículos y videos que aparecieron en cantidad fueron los que ofrecían las frases infalibles con las que una mujer decidiría ir a la cama en tu compañía.

Mencioné el mercado líneas arriba. Qué hacemos. Es lo que hay. La oferta es definida por la demanda. ¿Qué otra cosa se podría esperar de una generación que vive al auspicio del reguetón?


lunes, 27 de agosto de 2018

de dichos y frases


Vinieron a mi mente varias ideas con cierto parecido pero distintas cada una de ellas a partir de enterarme de algo. De la inexactitud de una frase, bastante célebre, al menos en esta parte del mundo, que al menos en mi caso, pero supongo que en el de muchos más era repetida con el cambio del que me di cuenta.

Por un lado pienso en la vitalidad de ciertas expresiones que se van moviendo a lo largo del tiempo, a veces, completamente despojadas de quien las ideó. También pienso en aquel otro dicho popular, bastante asiduo en la boca de mi padre debido a la cada vez más evidente sordera que se apodera de sus oídos y de los de mi madre, su compañera: el sordo no oye pero compone. Y finalmente, en que, esa frase o dicho popular que ha perdurado en el tiempo, despojada de su autor, es distinta de la que él en su día pensó y escribió.

La frase usurpadora es: Del dicho al hecho hay mucho trecho, o hay un gran trecho. Como sea, de todos modos el trecho es largo. Lo que descubrí es que en realidad hacia donde es largo el trecho es hacia el lecho, esto, me parece claro, con toda la connotación sexual posible: Del dicho al lecho, hay mucho trecho.

Imagino que usted se pregunta, si es que no lo sabe, quién fue el autor de la mutada expresión. Me enteré que fue Efraín Huerta, un poeta mexicano del siglo pasado. Y la frase en cuestión forma parte de un tipo de aforismos que el poeta escribió y que denominaba poemínimos. No habría habido cambio si los hubiera tuiteado, aunque muchos se agenciarían la creación, al estilo del tiempo que corre.

Y bueno, la frase también trajo a mi cabecita otra frase de Milán Kundera: La coquetería es un comportamiento que pretende comunicarle al otro que la aproximación sexual es posible, aunque al mismo tiempo esa aproximación sea sólo teórica y sin garantías. En otras palabras, que del dicho al lecho hay mucho, a veces, muchísimo, trecho.


Ahora que chequé mis referencias antes de publicar, veo que era una idea errónea, y que el dicho es, desde quién sabe cuando, como todos lo conocemos. Y que de lo que me enteré fue un juego de palabras del citado poeta, aunque también de otro, Salvador Novo. Pero bueno, comparto el divague de todos modos. Aquí la referencia:

http://www.santiagoruiz.mx/2017/02/27/del-dicho-al-lecho-salvador-novo-y-efrain-huerta/ 

jueves, 23 de agosto de 2018

el monstruo que vino a verme

–Sabes que tu verdad, esa verdad que escondes, Conor O'Malley, es lo que más miedo te da en el mundo.



Parecía ser una buena opción en la cartelera cinematográfica cuando vimos el trailer en alguna otra proyección, pero cuando salió no la trajeron al cine que está cerca de la casa. Luego, tras sólo dos semanas se fue. De los misterios de las carteleras del cine. Meses después, ¿un año?, me encuentro el libro y me lo llevo.

Resulta que Un monstruo viene a verme es la historia en que una escritora (Siobhan Dowd) trabajaba cuando la interrumpió la muerte, el cáncer; y otro escritor (Patrick Ness) retomó y dio término; muy satisfactoriamente en mi pequeña opinión. Aunque no sé qué tanto sea de cada uno de ellos.

El libro me significó mucho, de distintas maneras. Desde la obvia: el monstruo que habita dentro de mí vino a visitarme, el proceso de poder mirarme con toda mi oscuridad, sin matizar, en bruto, con vergüenza e incomprensión; el monstruo que a veces necesita salir. Pero en otra parte el monstruo es el terapeuta, al menos así lo sentí: tú me llamaste, le dice el monstruo a Conor, estoy aquí porque tú me hiciste venir; yo fui a la terapia por mi propio pie.

Hay secretos que no se dicen, verdades que se llevan con vergüenza y resignación donde nadie pueda encontrarlas jamás, partes nuestras que no compartiríamos ni con nuestra amada pareja; verdaderos placeres culpables, de los que en verdad avergüenzan, no de los que se propagan como si de algo extraordinario de tratara, como los intelectualoides que gustan de bailar cumbias o de ver comedietas románticas.

Es un libro de claroscuros, diría que de una belleza espinoza. Donde se puede ver que en la vida no hay buenos ni malos, sólo circunstancias que nos inclinan hacia algún lado de la balanza, y que nos matizan dependiendo de lo educado de los ojos que nos juzgan. Pero nadie se salva.


lunes, 20 de agosto de 2018

Amigos

Una muy buena parte del tiempo de juego durante mi infancia lo pasé rodeado de muñecos de peluche (monos para mis padres). Yo no tenía tantos peluches pero entre los míos y los de mis hermanos eran un buen número. Recuerdo que cada uno de los muñecos tenía un nombre, que iban desde nombres inventados, completamente arbitrarios (Dripi, Plufi), hasta el nombre de la especie animal a la que pertenecían. Era con mi hermano con quien pasaba tiempo jugando con nuestros peluches. Incluso los poníamos a jugar beisbol o futbol americano, entre muchos otros juegos protagonizados por nuestros animales de felpa.

La idea de la posesión de los muñecos consistía en que eran nuestros hijos. Como en caricatura de Walt Disney, mi hermano y yo éramos padres de varios hijos que no tenían madre, o que había traído la cigüeña, quién sabe; y ambos éramos padrinos de los hijos del otro (como buenos católicos). 

Gil también valora mucho los muñecos de peluche que tiene, de los que heredó dos de mi hermano y uno mío (el ratón gris de ojos tristes), pero a diferencia nuestra, los peluches son sus amigos, no sus hijos; a excepción del panda, que fue rellenado por él en un establecimiento en el que los niños pueden hacer su muñeco a su gusto. Fue un obsequio de Tamara.

Estaba pensando hace tiempo en la sustitución del amigo imaginario por los osos de peluche. Yo no recuerdo haber tenido amigos imaginarios, pero nunca estuve solo, mi hermano es casi de mi edad y dormíamos en el mismo cuarto. Pero imagino que Gil tiene buenos amigos en sus muñecos de peluche, y podría jurar que no conoció amigos imaginarios, a pesar de que no tiene hermanos.

Fuimos a ver juntos la película de Christopher Robin. Al ver las primeras imágenes donde un niño convive con sus pequeños amigos de peluche vi a mi hijo pasando horas en inacabables aventuras donde sus amigos enfrentan maliciosos monstruos o a cualquier otra cosa.

Le pinté a sus amigos hace tres años:




viernes, 3 de agosto de 2018

Cosas de dibujantes

Quienes me conocen y quienes me leen de hace tiempo saben que me gusta dibujar y que lo hago bastante bien, si no somos tan exigentes. También pinto, pero eso lo aprendí en clases que mi madre tuvo la gentileza de pagar, debido a esa habilidad que tenía para jugar con el lápiz dejando lindos monigotes sobre las hojas de las libretas viejas, aunque también de las que no.

Debido a que a los que nos gusta dibujar no podemos evitar comenzar a rayar cualquier hoja de papel que esté a nuestra disposición, la gente a tu alrededor sabe casi tan pronto como te ha conocido que tienes una habilidad, mayor o menor, para el dibujo. Porque pues nos pasamos haciendo todo tipo de trazos sobre nuestros cuadernos escolares cuando no debemos copiar apuntes del pizarrón o tomar un dictado.

Y así, llega la hora de un trabajo escolar en el que se tiene que dibujar algo, generalmente algo grande y trabajoso, y por obvias razones lo tienes que hacer tú, que eres "el que dibuja". Y ahí vas, a pasar horas con la cartulina y los colores y lo que haya que hacer, mientras todos los demás hacen cualquier otra cosa. Pero bueno, al menos disfrutas lo que haces.

La cosa es que me quedé pensando en el Joker de Heath Ledger, en la que para mí es la mejor película de cómics que se ha filmado, y donde éste genial villano le dice a los maleantes a los que ofrece sus servicios: Cuando eres bueno para algo no lo haces gratis. Por todos los santos, si yo hubiera sabido eso hace tantos años. Habría podido sacar unos pesos a costa de mis compañeros sin talento.

Recuerdo haber dibujado una Sor Juana y un Venustiano Carranza bastante grandes para la profesora de historia, sin ninguna retribución por medio.

Así que no. Acá la regla no escrita era que si eras el que sabía dibujar te tocaba chingarte los dibujos.

¿Conocimiento tardío? ¿Remordimiento pueril?



Aquí el ejemplo de dos cuadernos:



miércoles, 1 de agosto de 2018

Heath y Joseph


Para muchas personas de mi generación el primer momento en que ubicamos a Heath Ledger y Joseph Gordon-Levitt fue en la ahora célebre 10 cosas que odio de ti. En mi nostálgica opinión una de las mejores comedias adolescentes que se han hecho. Esa en la que nos imaginamos cantándole a nuestro amor en el estadio de la preparatoria mientras evitábamos a los guardias. ¿Ustedes no?

Unos pocos años después de esa exitosa película salió otra igual de popular: Corazón de caballero (A knights tale) protagonizada por Heath Ledger. En lo que a mí concierne no había vuelto a ver a ninguno de los dos actores entre lo que aparecieron los dos filmes, y lo que creí cuando estaba con mis amigos viendo la película en el cine fue que el caballero Ulrich von Lichtenstein era ese chico flacucho de 10 cosas que odio de ti.

Claro que pensé: pero cómo le ha cambiado el cuerpo a este chavo (todavía no conocía su nombre), antes era un alfeñique y se puso bien mamey (fuertote). Algo como lo que años después le pasaría –realmente– a Ryan Gosling.

Es claro que, al menos en mi caso, cuando la primera cinta salió no conocía el nombre de ninguno de los actores ni tampoco lo memoricé luego de haberla visto. Y al ver Corazón de caballero Heath no era un actor famoso tampoco.

Bueno, el caso es que esta imagen que un día me encontré me da algo de razón. :)