Quienes me conocen y quienes me leen de hace tiempo saben que me gusta dibujar y que lo hago bastante bien, si no somos tan exigentes. También pinto, pero eso lo aprendí en clases que mi madre tuvo la gentileza de pagar, debido a esa habilidad que tenía para jugar con el lápiz dejando lindos monigotes sobre las hojas de las libretas viejas, aunque también de las que no.
Debido a que a los que nos gusta dibujar no podemos evitar comenzar a rayar cualquier hoja de papel que esté a nuestra disposición, la gente a tu alrededor sabe casi tan pronto como te ha conocido que tienes una habilidad, mayor o menor, para el dibujo. Porque pues nos pasamos haciendo todo tipo de trazos sobre nuestros cuadernos escolares cuando no debemos copiar apuntes del pizarrón o tomar un dictado.
Y así, llega la hora de un trabajo escolar en el que se tiene que dibujar algo, generalmente algo grande y trabajoso, y por obvias razones lo tienes que hacer tú, que eres "el que dibuja". Y ahí vas, a pasar horas con la cartulina y los colores y lo que haya que hacer, mientras todos los demás hacen cualquier otra cosa. Pero bueno, al menos disfrutas lo que haces.
La cosa es que me quedé pensando en el Joker de Heath Ledger, en la que para mí es la mejor película de cómics que se ha filmado, y donde éste genial villano le dice a los maleantes a los que ofrece sus servicios: Cuando eres bueno para algo no lo haces gratis. Por todos los santos, si yo hubiera sabido eso hace tantos años. Habría podido sacar unos pesos a costa de mis compañeros sin talento.
Recuerdo haber dibujado una Sor Juana y un Venustiano Carranza bastante grandes para la profesora de historia, sin ninguna retribución por medio.
Así que no. Acá la regla no escrita era que si eras el que sabía dibujar te tocaba chingarte los dibujos.
¿Conocimiento tardío? ¿Remordimiento pueril?
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