viernes, 29 de septiembre de 2017

en el viaje


No se puede uno bajar de la montaña rusa a medio camino. Eso le dije al terapeuta después de una sesión algo ruda, aunque no tanto como la de la siguiente semana, una que me hizo sentir muy trastornado. Que me volteó las ideas y el alma. Que me revolvió todo por dentro.

No es sencillo bajar a ver al monstruo a los ojos, a veces ni siquiera lo es encontrarlo. Es más duro darte cuenta que el monstruo eres tú, que siempre has sido tú. Es más jodido, devastador, ver que es un monstruo grande y fuerte, lo alimentaste demasiado, demasiado bien. Es enorme y además te conoce el desgraciado. 

Ha sido duro. Pero espero ir al menos más allá de la mitad del recorrido. No saco las manos. Voy aferrado al asiento de enfrente.


martes, 26 de septiembre de 2017

de algunos monstruos



Dice mi amigo Gavrí que todos los monstruos somos en el fondo románticos. No sé si todos lo sean, sé que nosotros dos sí lo somos. Eso creo.

Este párrafo es del libro que escribí, uno de los párrafos autobiográficos, un recuerdo de lo que pasó cuando me enamoré de mi Tamara, cuando me dispuse a contarle quien era, a describirle al monstruo:

Pero no quieres engañarte ni engañarla, que no diga después que le dieron gato por liebre, caballero por patán, librepensador por prejuicioso. Y decidiste hablarle de todos tus defectos, de tu pasado, tus prejuicios, tus traumas y frustraciones, quieres que vea al monstruo en su totalidad y decida si lo mejor sea retirarse sin recibir tanto daño. Aunque los defectos siempre son menos oscuros platicaditos, contados e incluso matizados a la conveniencia del juzgado, sin testigos no hay réplica ni contradicciones, nadie puede decir si exagero o miento, buscando su compasión, comprensión y amor, que la simpatía parece que la tengo ganada. El monstruo verdadero es más letal del que cuentan las historias. La historia la escriben los vencedores, nunca los vencidos, ni los agredidos, las víctimas de una humillación; siguen su vida por ahí, cargando sus cicatrices, como todos.

Es el recuerdo de lo que hice y la reflexión de lo que también hice al hacerlo. Mi ego y mi vanidad, mi amor propio (torpe, pero ahí está), matizaron al monstruo, a ese ser que parece pernoctar tras los arbustos, que a veces pareciera que se ha ido a dar una vuelta pero que en verdad siempre está ahí, con un ojo medio abierto para aparecer cuando le plazca al desgraciado. El que ella conoció realmente.

Y quizá sí seamos todos los monstruos románticos muy adentro, pero a veces no es suficiente.


sábado, 23 de septiembre de 2017

Whatsapp devuélveme a mi abuela.


Hace un tiempo una colega bloguera escribió un divertido posteo titulado Que le quiten a mi madre el Whatsapp, donde hacía mofa de las actitudes que han tomado la mayoría de nuestras madres al haberse encontrado con esta nueva tecnología que prácticamente las ha despojado de sus ratos de ocio y ha empolvado más los libros de su mesa de noche.

Mis padres, como ejemplo, hay ocasiones en que no se diferencian de dos adolescentes que no tienen necesidad de mirarse ya que todo lo que necesitan lo tienen en la pantalla del pequeño dispositivo. Completamente enajenados, incapaces de poner atención a cualquier otra cosa. 

Se les ha abierto una ventana que los ha maravillado y que los tiene como mi madre decía que nos tenía a mis hermanos y a mí la televisión: idiotizados. Reciben en sus teléfonos móviles toda clase de fotos y videos, desde las que tienen imágenes picantes hasta las que parecen ser enviadas por un Cristo necesitado de afecto; toda clase de videos motivacionales y con bellísimas reflexiones ignoradas una vez que envían el divino mensaje; toda clase de chistes, información sobre nuevas modalidades de secuestro y mensajes políticos, entre más basura.

Yo veo a mis padres y a sus amistades totalmente fascinados. Y es que ellos no vivieron la revolución del correo electrónico, el primer medio por el que se difundió toda esa mierda que ahora llena las memorias de los celulares.

Ha pasado el tiempo y ha evolucionado la tecnología pero seguimos enviándonos la misma mierda.


jueves, 21 de septiembre de 2017

después del terremoto


Hace 32 años, cuando el terremoto de 1985, tenía cinco años. Imagino que dormía todavía cuando ocurrió, no sentí nada, dormía el sueño de los niños. Recuerdo el contexto del temblor, todos hablaban sobre ello, en la radio y la televisión, mis padres y toda la gente. La verdad es que no recuerdo imágenes de la devastación, las conocí años después, seguramente en algún aniversario. Bañados por el contexto y en nuestra ingenuidad mi hermano y yo jugábamos al temblor, subiendo a un sillón verde y aventándonos al piso tras haber gritado sonrientes: ¡el temblor el temblor!

Lo que me vino de inmediato a la cabeza mientras me resguardaba bajo una trabe al momento del sismo fue la gente de Oaxaca y Chiapas, creí que era una especie de réplica maldita. Al buscar información en la televisión parecía que no había pasado de un susto, los enviados con cámaras no tenían registros de devastación. Mientras sentía el movimiento también me llegó a la cabeza el hecho de que era 19 de septiembre, el mismo día en el calendario de ese otro fatídico día.

Algunos minutos después se comenzó a tener noticia de la destrucción. Edificios y casas derrumbados parcialmente o en su totalidad, otros con grietas evidentes. Pensé en mi hermana y el edificio donde vive, le mandé un whatsapp que tardó demasiado en ser respondido: me quedé sin casa me respondió Soraya. Pero ella estaba bien. Ella tuvo suerte, la suerte que no tuvieron otros, 250 hasta el momento en que tecleo esto. El caso que más me impactó fue el derrumbe de una escuela donde murieron más de 30 niños.

La verdad es que no me parece algo extraordinario la solidaridad de la gente para con sus vecinos y compatriotas, me sorprendería que pasara lo contrario. No creo que alguien que está bien y que ve la posibilidad de prestar sus manos para hacer cualquier cosa que ayude se quede sentado. Es parte de nuestro lado bondadoso. No me parece algo extraordinario pero sí me conmueve. Ya saben como soy.

Lo que sí me jode mucho es saber que hay demasiada gente que aprovecha desgracias de este tamaño para robar, para quitarle lo poco que le había quedado a quien casi lo ha perdido todo. Que la gente que no ha podido regresar a sus casas por lo inseguras que son ahora, no se retiran a un lugar menos incómodo a pasar la noche porque saben que esos mierdas pueden llevarse lo poco que queda. Lo saben muy bien.


Veo la bondad de la gente junto al oportunismo de los políticos, veo a los que no han dormido porque el deber les ha retrasado el sueño junto a los que presumen lo poco que han ayudado dejando constancia de su "buena onda". Veo a personas de distintos países colaborando juntos para salvar a quien todavía espera bajo los edificios derrumbados volver a ver la luz del sol.


martes, 19 de septiembre de 2017

Afectos e imbecilidad (o algo así)


Hay demasiada soledad en el mundo. Y luego ese no saber lo que es el amor. Llegar a otra persona con todas nuestras carencias, las evidentes y las profundas; y encontrarnos con alguien igual de perdido que nosotros, quizá más; más necesitado, más dañado, más hijodeputa. Y la unión de dos almas necesitadas e hijasdeputa no es algo lindo.

Qué putas referencias tenemos sobre el amor. Quién nos enseñó lo que es. ¿Alguien te enseña a amar? Creo que nadie (nuestras madres generalmente nos sobreprotegen, nuestros padres ignoran eso, esas son mariconadas). Pero tenemos montones de supuestos testimonios que nos maleducan al respecto: cine, televisión y malos libros, fábulas de historias maravillosas con protagonistas lejanos al arquetipo humano. Y además son las mismas historias, la misma una y otra y otra vez hasta que nos la aprendamos. Y parece que eso pasa. Nos tragamos esos cuentos completitos.

Soledad y necesidad de amor, con ignorancia y egoísmo. Filosofía de Coello amalgamada a esa idea pendeja de sólo dar lo que se reciba: como me traten trato y sólo si me buscan busco, alardean los imbéciles. Sin saber que el verdadero gozo está en amar no en ser amado.


domingo, 17 de septiembre de 2017

de la pasión humana


–Una pasión es una pasión. El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión.  “El secreto de sus ojos”

La pasión humana llamada amor. Dice mi amiga Sofía que sobre eso escribí hace unos días. Creo que sólo son ciertas puntualizaciones sobre el asunto. Otra verdad (aparente) es que el universo del ciberespacio conspiró con mis musas para llevarme a escribir eso, porque no sólo leí la frase que detonó la idea de escribir, sino el haber también ledo ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽io conspiras cosas, petambiir eso, porque no serdad (aparente) es que el universo del ciberespacio conspiras cosas, peído los recientes posteos de Mirella y de la misma Sofía se confabularon, cómplices; o será tan sólo que el amor deambula por el ciberespacio. Love is in the web.

La cosa es que si el amor es una pasión humana, de hecho, la pasión humana, y al parecer no se puede renunciar a nuestras pasiones, entonces todos esos que dicen que ya no se enamorarán, ni volverán a amar, ni siquiera a querer (y ya el príncipe nos educó al respecto) son unos viles mentirosos. Enclenques que portan el disfraz musculoso del insensible, pequeños chapuceros que no engañan a nadie.

Porque sí, están solos, seguramente desde hace muchos años, pero esa soledad, en la mayoría de los casos no es escogida, se asume ante la falta de esa alma afín que quiera tomar su mano mientras caminan hacia cualquier lado. También se sorprenden soñando con esos si…, y quizá después se sientan imbéciles por fantasear de tal manera, pero no creo que ilusionarse y desear y anhelar e imaginar posibilidades felices sea algo que el alma humana pueda evitar.

¿Quién puede evitar sentirse feliz cuando esa linda muchacha le ha sonreído en el trasporte público?


sábado, 16 de septiembre de 2017

¿ni una más?



El caso no pintaba bien desde un principio, bueno, desde que supe sobre ello a través del noticiero. ¡Tlaxcala! La cuna de los padrotes, de la trata de mujeres y la prostitución obligada.

Una chica muy joven, estudiante. Una mujer bonita. Una mujer que abordó supuestamente un taxi seguro para volver a su casa después de ir a divertirse. Una mujer muerta. Otra.

No quiero imaginar lo que esta pobre chica vivió los últimos días de su vida. No quiero imaginar lo que podría vivir cualquiera de las mujeres de mi vida: la mujer que amo, mi familia, mis amigas.

No quiero pero tengo que hacerlo porque forma parte de la realidad del mundo, del mundo en el que vivo.

Descansa en paz Mara.