jueves, 14 de septiembre de 2017

algo del amor y el amar...



Por qué ahora que tener sexo es tan fácil, el amor se volvió tan complicado. Y alguien sabe a ciencia cierta qué jodidos es el amor. Yo me quedé pensándolo un rato cuando me lo preguntaron. Me quedé pensando si acaso sé lo que es, si acaso estoy cerca de saberlo, porque creo que he amado, como dios manda, sin pensar en nada al entregarlo todo. Pero sólo son mis creencias. Mis asegunes.

Recién escribió mi queridísima amiga Mirella Santoro que: Quizás el amor sea una suma  de misterios, de pliegues y dobleces entre la carne y el alma, un entrar y salir por puertas giratorias, desnudos y encorvados por el peso de dioses y demonios, personales y ajenos. Quizá sí. Quizá.

Leí una frase publicada por una conocida donde decía que para que una mujer te abra su corazón debes primero tocar su alma, pero no creo que sea así, lo será en contados casos. Creo que hay demasiados corazones con puertas y ventanas abiertas por completo, deseosos, que en su desesperación dejan que cualquiera entre; esperanzados en que uno de esos cualquieras será ese híbrido de lobo príncipe y caballero. Hay demasiada soledad en el mundo.

Recuerdo un diálogo entre los personajes de mi admirada Laura Linney y el gran Kevin Spacey, en una de mis películas favoritas, La vida de David Gale, donde ella le dice después de haberle confesado las pocas sesiones sexuales que ha tenido: nos esforzamos tanto en que no nos vieran como objetos que tiempo después nadie nos miraba.

Y es que una mujer (inteligente) no quiere ser seducida o cortejada por lo maravilloso de sus caderas o el tamaño de sus pechos, pero sí quiere que ese hombre que se ha enamorado de ella porque le parece maravilloso perder el tiempo a su lado la despoje salvaje de sus bragas para devorarla como cualquier mujer desearía, con la pasión desbordada por cada poro.

Y es que, una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos. A quién no le gusta ser deseado, sentirse querido, aun si el motivo no es el adecuado (si nos utilizan o somos objeto de interés). Estar rodeado por unos brazos después de sudar juntos, aun si ha sido sólo sexo.

Paliar un rato la soledad.

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