sábado, 23 de septiembre de 2017

Whatsapp devuélveme a mi abuela.


Hace un tiempo una colega bloguera escribió un divertido posteo titulado Que le quiten a mi madre el Whatsapp, donde hacía mofa de las actitudes que han tomado la mayoría de nuestras madres al haberse encontrado con esta nueva tecnología que prácticamente las ha despojado de sus ratos de ocio y ha empolvado más los libros de su mesa de noche.

Mis padres, como ejemplo, hay ocasiones en que no se diferencian de dos adolescentes que no tienen necesidad de mirarse ya que todo lo que necesitan lo tienen en la pantalla del pequeño dispositivo. Completamente enajenados, incapaces de poner atención a cualquier otra cosa. 

Se les ha abierto una ventana que los ha maravillado y que los tiene como mi madre decía que nos tenía a mis hermanos y a mí la televisión: idiotizados. Reciben en sus teléfonos móviles toda clase de fotos y videos, desde las que tienen imágenes picantes hasta las que parecen ser enviadas por un Cristo necesitado de afecto; toda clase de videos motivacionales y con bellísimas reflexiones ignoradas una vez que envían el divino mensaje; toda clase de chistes, información sobre nuevas modalidades de secuestro y mensajes políticos, entre más basura.

Yo veo a mis padres y a sus amistades totalmente fascinados. Y es que ellos no vivieron la revolución del correo electrónico, el primer medio por el que se difundió toda esa mierda que ahora llena las memorias de los celulares.

Ha pasado el tiempo y ha evolucionado la tecnología pero seguimos enviándonos la misma mierda.


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