miércoles, 30 de agosto de 2023

de amores (libro de artista)



Le he dado bastantes vueltas a este poema, un romance del 2019. No al poema en sí, sino a la forma de recrearlo en un libro de artista. En un libro plegable; un modelo que encontré y que creí que debía probar. Tenía ya el papel cortado, un fabriano de 160 gramos (me di cuenta que el de 360 era muy grueso) que llevaba algunas semanas esperando a que se me ocurriera algo para pintar. Llegó finalmente.

Ha quedado muy lindo, o al menos a mí me ha gustado el resultado:









Cuántos amores eternos 
he visto desmoronarse,
al paso de sólo días
perder la fuerza del trance;
y lo que se dijo eterno 
luego de meses fugarse.
De aquel amante perfecto
no quedó ningún detalle.

Los "amores de la vida"
no son de coleccionarse,
pero es que las mariposas 
llegan para emocionarte,
y tras un par de aleteos 
sientes que te enamoraste.
<Por dios que esta sí es la buena>
y tu amor ya le juraste.

Las mariposas se cansan 
la emoción tiende a estancarse,
los defectos van saliendo
poco pueden camuflarse,
ese fingir ser perfecto
poca gente hay que lo aguante;
y tus ojos en los suyos
ya no son impresionantes.


Luego, la filosofía
de la que te alimentaste,
hace que pienses que el otro
tuviera que impresionarte;
"que me busque quien me quiera"
dices al vanagloriarte.
Tal vez sí te quedes solo
igual piensa la otra parte.

sábado, 26 de agosto de 2023


Cuando intentas besar a alguien que no es tu pareja sabes que puedes ser rechazado, lo que a alguien como yo le hace más difícil llevar a cabo la arriesgada intención. De alguna manera sientes que tu beso será recibido con agrado, y es por esto que quieres hacerlo. Hay algo que te hace creer que ella se siente tan bien junto a ti que lo lógico es que se besen. 

Aunque finalmente, no tienes certeza alguna sobre si podrás posar tus labios en los suyos o si quedarás con la trompa parada y los ojos cerrados sintiendo el aire que ella no ocupó. Quizá todas esas señales sólo estaban en tu cabeza, quizá es tu deseo el que te ha hecho creer que es posible besarla. Pero sólo eso.

Tu cabeza va hacia ella y tu boca intenta coincidir con la suya. Pero no sabes si el beso se dará.

El imbécil de la foto espera que alguien crea que besó espontáneamente a la capitana del equipo, pese a que luego de tomarla por sorpresa la agarra con ambas manos y la lleva hacia él. Supongo que ella no lo vio venir pero ya es tarde para hacer algo, el tipo la tiene sujeta con ambas manos y ella está acorralada, el escenario no es propicio para la queja.

El asunto me hace pensar muchas cosas, porque cuánto poder cree tener el tipo para saber que puede hacer eso sin que pase nada, para cargar a otra jugadora como si de su pareja se tratara. Es de verdad asqueroso.

Mientras tanto, la vida, saturada de montones de mentiras de todos tamaños, colores y rencores, sigue su curso. No se detiene a examinar los paradigmas con los que carga, que le cargamos desde hace quién sabe cuánto. No puede ver si tantas supuestas verdades se acuñaron sobre inexistentes bases y supercherías banales, o si tuvieran acaso, la deslumbrante vestidura del hecho verdadero, comprobado, verificado, que no admite la más pequeña duda. Y que deberíamos creer sin más ni más, por aquello de la lógica elemental, de nuestra condición de homosapiens.

Que si el alma de aquel que ha muerto se enfrenta a la posibilidad del idílico cielo o del despiadado infierno, o si debe, antes de llegar al glorioso destino, pagar penitencias atrasadas en un limbo purgatorial. O si por el contrario se trata de un alma en continuo crecimiento, que buscará llegar a un nuevo cuerpo para iniciar otro viaje desde cero, sabrá dios en qué contexto y bajo qué perspectivas vitales. Quizá jugando una imprevisible y justa ruleta. 

La vida no juzga. La vida sólo sabe sus reglas, sean justas o injustas. Éstas etiquetas se las hemos puesto nosotros. Pasa. Siempre a la misma velocidad, siempre con la misma calma, siempre a su acostumbrado paso. A pesar de todos aquellos que se aferran a decir que en ocasiones juega malas pasadas y se va más rápido, veloz, en perjuicio de todos nosotros. Más bien de ellos, de cada uno. Por qué habríamos de preocuparnos por los demás. 

Pasa de la misma forma cuando hay un calor intenso que acaba con todas las plantas, de un jardín o una cosecha, o en el huracán desalmado que no juzga si ha desecho esas mismas plantas, árboles y edificios. Pasa igual, para el niño feliz con sus amigos en el parque, lejos de las miradas adultas que todo juzgan y a las que nada parece, que para el viejo desahuciado al que todos se aferran a mantener con vida, así haya suplicado que le ayuden a morir. Para el esposo en casa de la desagradable familia política que sigue pensando que ha sido un descomunal error de su queridísima hija o hermana haber emparentado con ese individuo, igual que para la reciente pareja que no puede despegar las bocas ni las manos, y a las que nada más importa que esos minutos que pareciera se han esfumado de forma tan despiadada y grosera: Ya me tengo que ir amor mío. Por tanto, la muerte se puede asomar a los pocos días como a los muchos años. Quizá tiene un porqué aunque no lo entendamos, quizá sólo sucede. La miramos como justo premio o como incomprensible tortura. Sólo es nuestra pobre mirada desprovista de objetividad.



martes, 22 de agosto de 2023

de Ella



Me lo regaló ella, ella, mi ella. Aquella con la que elaboré tantas viñetas del futuro que se murieron siendo sólo sueños. Pero cómo podrían haber sido otra cosa.

Me parece algo absurdo que haya sido el primer libro que me obsequiaba, pese a más de un lustro de relación y a pesar de saber lo que disfruto la lectura; ahora en que somos sólo amigos, ahora en que debo hacer entender a mi cabeza -con anhelos dentro- que lo que tuvimos, pese a ser lo que fue, ya no será ( y mira, que sé muy bien que puede que la vida nunca más destelle igual). Ahora que cada uno camina como puede.

No esperaba el regalo. No hice nada extraordinario para merecerlo: un pequeño favor, uno de tantos que le he hecho, poca cosa con lo que puedo hacer por ella, con lo que un tiempo después hice. Le había comentado días atrás que me gustaría leer "Lolita". No recuerdo cómo pasó eso, qué leí o qué vi que me hizo desear leerlo. Y un buen día me sorprendió con él y le dio el aura de sagrado: el libro que "ella" me regaló.

El libro me encantó. Por ahí leí que era sorprendente que la mejor novela norteamericana la hubiera escrito un ruso. No he leído muchas novelas así, pero sí puedo decir que me gustó más que "Moby Dick" o "En el camino".

Yo a ella le había regalado mi libro favorito, que ahora debo reponer, claro.