viernes, 28 de febrero de 2014

Elogio de un panda panzón.


“El pasado es historia, el futuro es un misterio, pero el hoy es un regalo, por eso se llama presente”.
Maestro Oogway


Siempre me han gustado las películas de dibujos animados. Sigo viendo con mucho gusto Dumbo o La espada en la piedra, mis favoritas de la infancia. Ya estudiaba la preparatoria cuando con mi amiga Elba fui a ver Mulán, una de mis favoritas. No vi Toy story en el cine, pero desde Bichos he ido a ver todas las cintas de Pixar, la mayoría el día en que se estrenan. La primer película que vio mi hijo fue Ratatouille, tenía un año recién cumplido. Así somos de necios los padres primerizos, y a veces los segundizos también. Sobra decir que cuando era niño todas estas películas eran de Disney. Pero qué puede uno hacer si es así de cursi.

Creo también que algunas de las mejores películas que he visto en los últimos años han sido de dibujos animados. Películas con historias fantásticas, que me dejan con una gran sonrisa: Ratatouille, el viaje de Chihiro, Las trillizas de Belleville, Wall-e, Megamente, Los increíbles, Ralph el demoledor, Cars, Toy Story 3 o el Kung Fu Panda, por mencionar algunas de las más memorables. Debo agregar ahora La gran aventura de Lego, que vi recientemente.

El Kung fu Panda me encanta. Creo, sin exagerar, que es una película filosófica, sobre todo, todos los diálogos de Oogway, la súpersabia tortuga. Con una historia increíble sobre ser quienes somos, así, sin más. Quien más podría ser el guerrero dragón sino alguien profundamente enamorado del kung fu, no importando que se trate de un panda panzón, comelón y perezoso.

Recuerdo haber leído una nota en el periódico, sobre la molestia del gobierno chino, al contemplar una obra que sublimaba de tal forma muchos aspectos de su cultura, realizada por norteamericanos. Asombro y admiración. Algo de envidia también.

Y podría hablar muchísimo más sobre esa película, pero la principal razón por la que escribo esto, es porque la película me da la oportunidad de comunicarle a mi hijo que no necesita nada para triunfar, sin importar lo que desee hacer. Todo lo que necesita ya lo trae con él. “No hay un ingrediente secreto”. –“Acuérdate del Kung fu Panda, todo está dentro de ti”, le repito, esperando que lo asimile y lo tome como si fuera religión.

Y la segunda parte, es igual de buena. Otra joya.



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