miércoles, 16 de enero de 2019

Entre magos te veas


"De repente me puse perverso y leí Harry Potter" dijo bastante divertido uno de mis amigos. Un cuate que tenía bastante conocimiento cinematográfico además de buen gusto para las películas. Me gustó la expresión y me sentí identificado con ella. También me aperversé con la maravillosa historia del joven mago y esperaba con inmensas ansias la llegada de los últimos volúmenes de la saga. De hecho, debo confesar que el último libro lo leí antes de que fuera publicado en México. Imagino que mi fanatismo por libros y películas era tal que para una buena amiga del trabajo no pasó desapercibido y cuando un conocido suyo le ofreció el pdf del último libro pensó en mí y me hizo semejante regalo. Así que leí complacido (antes que muchos) el fin de esa –sigo creyendo– extraordinaria historia.

Y es que la perversión por ese mundo fantástico de magos, elfos y demás creaturas increíbles ya me había llegado con El señor de los anillos. Luego de ver La comunidad del anillo quedé impresionado. La verdad es que como millones no sabía un carajo de Tolkiem ni de la Tierra media ni de cosa parecida. De hecho Harry Potter y la piedra filosofal se estrenó semanas antes que La comunidad del anillo, siendo también el principio de una gran mitología que atraparía a infinidad de personas y que hoy sigue dando frutos con las crónicas prepotterianas de las Creaturas fantásticas y el amistoso señor Escamander. 

Creo que parezco muy divertido tecleando esto, porque se suponía que las letras fueran hacia otra parte, pero aquí estamos, entre Privet Drive y Bolsón cerrado. 

Creo que mi tacañería ocasional se unía a mi pobreza y a gastos más inmediatos y necesarios como el consumo de alcohol en las reuniones extraescolares y todo el dinero empleado mientras eres felizmente acompañado de una chica que parece ser tan feliz como tú mientras intercambian caricias y besos; y comparten hamburguesas y ven películas juntos. La cosa es que leí todo Harry Potter y El señor de los anillos pero no compré jamás un libro. Los libros los compró mi hermana (ella sí, una lectora empedernida, además de en ese entonces carente de vicios) quien luego de muy pocos días los compartía conmigo. Ahora recuerdo que La comunidad del anillo se lo regalé en una navidad o cumpleaños, matando así dos pájaros de un tiro. Un regalo un poco a lo Homero Simpson.

Y como siempre pasa en este mundo olvidado de dios, tras el estreno de ambas sagas cinematográficas se nos vino una cascada de intentos de imitar los mundos y el éxito mercantil que tuvieron las obras de Tolkiem y Rowling. 

No volví a leer fantasía hasta hace dos años que me compré –ahora sí– Juego de tronos. Otra fantástica historia que debo retomar. Mientras, estoy por conocer a la gran ballena blanca.

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