sábado, 26 de enero de 2019

entre pasiones y libros

He leído bastantes pocos libros en mi vida. Bastantes pocos para los que ahora me gustaría haber leído, aunque bastantes para los que una persona promedio de este país lee; pero ya se sabe que los males de muchos sólo consuelan a los tontos. Porque aunque he tenido mis periodos de ferviente actividad lectora, que nunca es muy amplia debido a mis otras pasiones, como las contenidas en la mal llamada caja idiota (beisbol, futbol americano, futbol, películas, series), estos no han sido muy prolongados. Y si a esto le sumamos que en los primeros 18 años de mi vida leí muy pocos libros, demasiado pocos por el puro gusto de hacerlo. Pues ahí está, que no son muchos los libros que han pasado por mis manos. 

A eso también hay que sumar el encuentro con otras grandes pasiones dentro de la gran pasión de la lectura, hablo de mi encuentro con Tolkiem y Rowling; con Frodo, Sam, Hermione, Harry, y todos los demás. Si eres un lector lento y eres atrapado en las minas de Moria o el bosque de Lothorien, o en algún lugar del callejón Diagon o Hugsmeade, muchas de las pocas horas dedicadas a pasar páginas son monopolizadas por las creaciones de esas mágicas mentes, mientras la verdadera literatura queda empolvándose en algún rincón de cualquier lugar.

Hablo de esos libros que se topan contigo y te dejan pensando cosas, de eso que como dice mi buen amigo, escribe alguien que está hablando no de lo que se le ha ocurrido, sino de asuntos que nos suceden a todos. Esas páginas que te hacen sentir lo que Pacheco resumió tan perfectamente: no leemos a otros, nos leemos en ellos. Esas historias donde te das cuenta, como nunca lo habías hecho, que los seres humanos somos un caleidoscopio bastante perverso.

Y luego te das cuenta de cuántos libros te gustaría leer, y una maliciosa voz susurra preguntando ¿cuánto tiempo te quedará para hacerlo?

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