viernes, 15 de marzo de 2019

de ¿mierdas?


¿Qué será más patético?, se preguntó Raúl mientras bajaba la pantalla del celular, ser el solitario que tiene que gritarle a todos, todos los días, todas las veces que sea posible, que es inmensamente feliz estando solo, o aquel que sólo tolera a su pareja luego de tantos meses, pero se pasa los días subiendo fotos donde ríen y hacen muecas que creen que pintan una gran felicidad. Miles de imágenes con la lengua de fuera y ridículas poses, con orejas y narices de perros, gatos y demás fauna, absurdas en alguien de su edad. “Qué son esas pinches visiones” (o mariconadas), diría molesto su padre si viera una sus fotos.
Ahora, tras quedarse varios segundos viendo a la nada, Raúl vuelve a una idea que ha estado reevaluando las últimas semanas. Una de esas ideas que parece se han vuelto verdades absolutas: la del mejor solo que mal acompañado. ¿En verdad una compañía mediocre puede ser más mala que no tener ni quién te pase el rollo del papel cuando tienes las nalgas llenas de mierda y no hay más en el depósito? O cuando con una infinita diarrea ese otro que un día te creyó genial –a pesar de todo– sienta la necesidad de hacerte aquel milagroso té que le hacía su madre e ir a comprarte las pastillas que te recomendó tu amiga la doctora, por un asunto de simple cordialidad, por mera humanidad.


¿Y este corriente escritorcillo con complejos de adolescente sólo sabe escribir de mierda y escatologías?, se preguntarán algunos distinguidos lectores.

Y sí, mierda y más mierda. Cagada tras cagada (en ambos sentidos de la palabra), pero, es que de cierta manera estamos reducidos a eso. Podemos alardear de ser todo lo sofisticados que queramos pero a la hora de cagar somos patéticos, y qué hay más patético que un hombre con el culo lleno de mierda y ni un puto papel para limpiar su vergüenza, que un hombre desnudo con el culo cagado.

De cierta forma todo lo hacemos mierda: el amor de una mujer, de un amigo incondicional, el amor de nuestros padres y hermanos; la libertad, la confianza, la paz mental de nuestros hijos. Mierda grotesca y maloliente. 

Y no hablemos del olor, que algunos volverían lo que hay en sus tripas. Pareciera que ese asunto de soportar de buena gana nuestros fétidos olores es una analogía de la relación que tenemos con los demás. Puedo oler sin dificultades la peste que ha dejado mi reciente cagada o de un hediondo pedo de la misma forma que creo tener siempre la razón: mi ideología es la adecuada, mi religión la correcta, mis gustos musicales son perfectos, y las cosas con las que me entretengo las más divertidas y alucinantes. 

Las pasiones opuestas a las mías son la penetrante peste de ese baño público que no se ha limpiado cuando ameritaba, y en el que me horrorizo un poco al entrar. Aunque no hay que ir tan lejos, es lo que queda en el aire del baño de tu casa cuando tu padre ha salido. También te horroriza. 

Sólo eso.


5 comentarios:

  1. Hay que reconocer que hay gente que convierte en mierda todo lo que toca, pero también la hay que hace más soportable su olor, pues son como esos ambientadores que se colocan en los baños para que uno no sienta ganas de salir corriendo.
    Todo puede verse del color del cristal con que se mira, aunque si nos ponemos en plan patético, podríamos afirmar que mierda somos y en mierda nos convertiremos.
    Una buena y apestosa reflexión, jeje.
    Un abrazo.

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    1. No puedo mas que estar de acuerdo con lo que dices mi buen amigo. Te agradezco la compañía y las palabras.
      Abrazos.

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  2. Si, la verdad es que no somos perfectos, mejor así creo yo, porque si lo fuéramos no habrías podido escribir esto.Un abrazo Gildo

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    1. No sé, compañera, ahora me peleo un poco con esas ideas de perfección que tenía tan adentro. Pero sería todo muy aburrido si lo fuéramos.
      Abrazos.

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  3. Da esa impresión mi estimado Julio. Te abrazo.

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