martes, 10 de diciembre de 2019

el viaje en barco



Vengo decidido a hacer un viaje en barco. Las circunstancias me obligan, sé que es necesario hacerlo.

Aunque, nunca me he sentido capaz de hacerlo. Pienso que tengo un estómago débil que se someterá a los caprichos de la marea, tampoco me veo enfrentándome a lo que me espera en altamar. Pero pienso que debe haber una manera de poder hacer el viaje sin tener que hacer ciertas cosas, simplemente dejándome llevar.

Llego al barco con la maleta llena de secretos, pero aparentando la mejor actitud. Intento ser servicial y hasta cierto punto acomedido, deseo no dar la apariencia de flojo o de que me desentiendo de mis obligaciones como pasajero. 

Pero al paso de los días el barco sigue varado en el embarcadero. No nos hemos movido. Mi a veces patética quietud me aconseja esperar y ser paciente, no quiero ser el impertinente que moleste al capitán.  

Pero los días se juntan y seguimos igual, así que me acerco discretamente al capitán y trato de obtener la información sin preguntarle directamente. Me estás preguntando por qué no hemos zarpado, pregunta mirándome a los ojos. Respondo que sí, balbuceando un poco. Me dice que el barco no se ha movido porque yo no he querido que se mueva. Me dice que yo soy el responsable de que el barco zarpe y tome rumbo. Me dice, prácticamente, que el barco no se ha movido porque nada más me estoy haciendo pendejo.

Pero yo no sé navegar. Yo no sé cómo manejar un barco, respondo excusándome al instante. Cómo podría dirigir un navío si no tengo la mínima idea de cómo hacerlo. Y... ¿por qué nadie me dijo que yo tenía que dirigirlo?

Estoy molesto y decepcionado. Un poco aterrado ante mi inutilidad a bordo. Y se supone que yo tengo que mover el puto barco.

En los días siguientes trato de hacer que el barco se mueva pero casi todo lo que intento es en vano. Pregunto a los demás qué debo hacer pero todos se limitan a decir que debo hacerlo yo, preguntan si necesito que hagan las cosas por mí. Mi frustración e impotencia es inmensa. Sigo un poco aterrado.

Sigo intentando, un poco con la intención de lograr algo pero mucho más con la intención de que se note que no me estoy haciendo pendejo, de que no sólo dejo pasar los días esperando que los demás se harten y muevan la nave por mí. 

Tras muchos días y demasiados intentos. Tras una montaña de frustración, puedo hacer que el barco se mueva. Me siento feliz y realizado, contento de un modo algo extraño que no podría describir. Siento que he hecho algo grandioso. Recibo una felicitación del capitán y mi ego se infla más. 

El logro conseguido hace que trate de seguir haciendo cosas y que me esmere en llevar la nave a buen puerto. Sigo pensando que he hecho algo impresionante. Pero días después el capitán me deja ver que tras un breve avance el barco lleva dando vueltas en círculo desde hace algunos días. Yo protesto diciendo que he tratado de hacerlo, pero él me responde que llevo semanas haciendo exactamente lo mismo. Completamente frustrado le digo que trato, pero no sé cómo se hace. Que lo intento, pero que no encuentro otra manera de hacerlo.

Estar en donde estoy y haber hecho lo que hice es algo que jamas habría imaginado hacer. Pero no es suficiente. Hago cosas que no sirven, pero no sé qué más hacer. 

También sé que sigo esperando que el capitán me guíe y me diga qué debo hacer, que me diga si lo que hago está bien o no. Que me dé alguna certeza sobre este viaje tan frustrantemente satisfactorio que decidí hacer.

Hay algo que me consuela. Un día el capitán me dijo: Esto que haces es un gran acto de amor hacia ti mismo.

2 comentarios:

  1. Una estupenda metáfora de cómo intentamos manejar el barco de nuestra vida. Y es así, tal cual. Muchas veces esperamos que la iniciativa la tomen otros o que nos digan qué hacer. Cuando finalmente nos movemos un poco creemos que ese pequeño movimiento es suficiente, que ya hicimos nuestro trabajo. Es solo el comienzo.
    La frase final me encantó, muy sabio el capitán.
    Un gran abrazo y beeeso, querido Gildo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad es sobre la terapia Mire, aunque en efecto varias partes aplican a la vida. La verdad es que sobre el diván me han venido bastantes metáforas y analogías a la cabeza.
      Te abrazo fuerte amiga querida, beeesos.

      Eliminar