Recuerdo perfectamente que de las primeras cosas que me dijo el psicoterapeuta fue preguntarme si acaso era consciente de ser una persona muy sensible. Y bueno, quizá no tenía la certeza que él me dio al decirlo, pero tenía bastante consciencia de ello; digo, no cualquiera llora como Magdalena cuando está en el cine, por ejemplo.
Me viene a la mente aquello que dije en cierto posteo sobre el amor: el placer verdadero está en amar, no en ser amado. Y no sé si tengo razón, pero estoy convencido de ello. Y claro que la suerte máxima es amar a quien te ama, enamorarte de quien se ha enamorado de ti. Es un círculo perfecto, donde la satisfacción mayor está en amar.
Y entonces, este tipo sensible que soy, es un tipo que da su amor, que ama, porque eso lo hace feliz.
Y obvio que también está esa otra cara de la moneda, también se sufre, supongo que más que la media. Pero pues todo tiene sus pros y sus contras.
En mi adolescencia, muchas veces me enamoré y otras muchas fui rechazado. Pero a pesar del dolor que sentí al verme desdeñado, siempre he pensado que valió la pena amar y lo que sentí mientras amaba es algo imborrable.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ser sensible es ser extraordinario en estos tiempos de tanta superficialidad.
ResponderEliminarY encontrar gente sensible, es encontrar un tesoro.
Un abrazo.