domingo, 26 de mayo de 2019

una incómoda verdad



Escribe Xavier Velasco sobre la envidia en "Los años sabandijas": La envidia, por ejemplo, peca de inconfesable. Por cuanto tiene de automenosprecio, el sentimiento ruin por excelencia no merece el perdón del amor propio. 
... pero acusarte de ser envidioso es pedir de rodillas que te llamen jodido. Y eso Rubén no puede permitirlo.

Tan inconfesable resulta ese menosprecio frente a la ventura ajena que a alguien se le ocurrió matizar con aquello de "envidia de la buena", como si eso fuera posible. La envidia es la envidia. Y que se te tache de envidioso es de verdad colgarte un cartel de jodido al cuello. Deben existir, aunque en pequeñísima proporción, personas a las que de verdad les dé gusto la felicidad ajena, y que sientan una alegría exenta de suspicacias envidiosas.

Bastante evidencia sobre ello se acumula cada semana en las revistas de chismes, quizá el material de lectura más consumido en este país. Y aunque es claro que lo que se busca con mayor interés son las imágenes, queremos saber los cómos y los porqués, roer el jugo de cada desgracia y cada chisme de aquellos a los que en secreto envidiamos.

Y en el mismo lugar donde pernocta la envidia lo hace el placer que nos recorre cuando nos enteramos de las desgracias de la gente famosa. Cuánta vileza albergamos para congratularnos cuando otros se revuelcan en la mierda.

La desnuda verdad es que todos somos Rubén.



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