No pensé jamás que el tratar de agradar a todos me traería tan fatales consecuencias. Que el ir presionando al + de mis contactos a todos sus posteos me haría quedar como una imbécil, retrógrada, estúpida y otras lindezas, que si lo pienso, me he ganado con el esfuerzo de mi índice derecho.
No creí que dar + a algo publicado por
quien yo pensaba una persona decente me haría parecer la bruja de la historia.
Y si no la bruja, sí la estúpida que no lee aquello que valida con el +
otorgado.
Avalé un escrito lleno de injurias y
descalificaciones en el que se llamaba a mujeres, con apelativos propios de un
individuo lleno de odio, rencor y no sé qué más. Sobrenombres dichos por una
cucaracha que no se puede llamar hombre. Sin saberlo me hice su cómplice.
Y todavía tuve el atrevimiento de reclamar
a quien antes me recriminó mi imbecilidad. “Pero qué se traen todos en mi
contra, si yo no he hecho nada, ni dicho nada contra nadie”. Tarde vi cuál fue
mi error.
Al menos el autor del maldito texto sigue
siendo mi amigo. Aunque yo ya no quiero saber de él.
Pero sé que la culpa fue mía. Por imbécil.
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