jueves, 16 de julio de 2020

dos sonetos

A veces aparecen mis prejuicios
sonriendo me escupen a la cara
se mofan, rigen todos mis instintos:
mira cabrón, no has aprendido nada.

Qué importa que me precie de distinto
si mis actos desvelan la charada,
qué importa que te diga lo que he dicho
si el sol me despintó las carcajadas.

Será que algunos viven en mis genes
será que los abrazo entusiasmado
será que en realidad nada he cambiado.

Y entonces no seré lo que prefieres
pues pronto descubriste al burdo monstruo
que vive dentro y que se manda solo.




Tú has visto lo que nadie más ha visto
mirado en los rincones de mi alma.
También has visto un cierto mar en calma,
  ni mi madre podría haberlo previsto.

Has visto los desplantes que resisto
paseando mi paciencia en una palma
y luego, siempre algún dolor se empalma
y en instantes me vuelvo el anticristo.

Mis luces y mis sombras se violentan
en un advenedizo claroscuro.
A veces puedo ser inteligente

o rencores sembrar que me atormentan
y de un tajo deshojan mi futuro:
  le pasa igual al resto de la gente.

2 comentarios:

  1. El último verso del segundo soneto pone las cosas en su lugar, creo. Somos humanos, cometemos errores.

    Dicho esto, creo que ser consciente de cuándo actúan nuestros prejuicios (les llamo juicios maestros) ya es prueba de que algo hemos evolucionado. Lo siguiente es actuar en consecuencia.

    Por otro lado, todos somos luces y sombras. A más luz, más sombra. Y viceversa. Debemos abrazar a ambas.

    Un abrazo grande

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  2. He aprendido tantas cosas los últimos cuatro años. Y al menos creo que en ese sentido sí he evolucionado al menos un poco. Ya verlo es demasiado, aunque no lo suficiente.
    A más luz más sombra, qué claro.
    Te abrazo amiga querida.

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