Esta iba a ser una entrada beisbolera, sí,
de esas que aburren a mis pocos lectores; pero se convertirá en dos (quién sabe
si tres), ya que se me han soltado los dedos a la hora de hablar de pelota
caliente.
El beisbol –como bien señalan los
comentaristas de ESPN– es el deporte que más emociones puede brindar durante el
desarrollo de un partido, mucho más si se trata de un juego de postemporada. Un
strike de vida puede ser suficiente para remontar 5 o más carreras; existen varias
historias trágicas que demuestran que las desgracias beisboleras se escriben
con 2 outs y 2 strikes.
Pocas cosas son más emocionantes que un
duelo de pitcheo en una Serie Mundial (juego 7, en 1995).
No es difícil entenderlo si se tiene
interés en hacerlo, simplemente tiene algunas reglas que le dan sabor al juego:
como que si con dos strikes se toca la bola de foul, el bateador será out, o que
si al poncharse el bateador, la pelota se le cae al cátcher, aquel puede correr
a la primera base y en caso de llegar antes que el tiro del receptor, seguir
con vida.
Tiene un principio sencillo: Pitcheo es el
nombre del juego. Los lanzadores mandan. Si no que le pregunten a mis Atléticos
sobre un tal Orel Hershiser, o a los Yankees sobre un joven regordete llamado
Fernando Valenzuela, apodado “el toro” (1981), o sobre otro joven apellidado
Beckett en el año 2003.
Aquí viene lo más interesante (quizá lo
único).
Llegado el nuevo milenio tres equipos
malditos cargaban cada uno con casi 100 años sin conseguir un campeonato (los dos
equipos de Chicago: Medias Blancas y Cachorros, y Medias Rojas de Boston). En
el año 2004 el equipo de las calcetas rojas terminó con “la maldición del bambino”: Boston había quedado maldito cuando su dueño vendió a Babe Ruth (el
mejor beisbolista de todos los tiempos) a su odiado rival: los Yankees, para
pagar una obra de teatro (Quééééé), que según recuerdo, fracasó.
Al año siguiente los Medias Blancas
continuaron con el rompimiento de los hechizos. Su maldición databa del año
1919, cuando en la Serie Mundial varios de sus jugadores (8) se vendieron a los
apostadores y se dejaron perder: la maldición de los Medias negras.
Pero el año siguiente (2006) no vio a los
Cachorros coronarse y cortar de esa manera “la maldición de la cabra”. El
equipo de Chicago fue maldito en el año 1945 por un aficionado que deseaba
entrar a un juego acompañado de su animal, pero no le fue permitido. Chicago no
es campeón desde 1908 (van para 110 años).
Continuará…
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