Si me preguntan si de verdad amé a Natalia
diría sin dudar que sí, que sí la amé. Que sí la imaginé como la madre de mis
hijos, que sí me imaginé haciéndome viejo con ella –sí, en serio–, que sí la
pensé incluso, como el amor de mi vida. Sé que ahora nadie lo creerá, no
después de lo que hice.
Nadie puede retroceder el tiempo pero
todos lo hemos deseado más de una vez, sobretodo, retrocederlo hasta ese
momento antes de cometer la gran estupidez de nuestra vida. Aunque he hecho
muchísimas estupideces en mis pocos años de existencia, ninguna me acarreó
consecuencias tan nefastas como esta última, en la que el odio y la revancha
nublaron mi pobre juicio y me dieron alivio momentáneo en una estúpida venganza
que me duró tan poco.
El remordimiento me lleva a pensar que
ninguna mujer debería nunca dejarse fotografiar por su pareja, incluso si cree
que es el amor de su vida, ni siquiera si cree que conoce a este tipo que le ha
mostrado sólo la mejor cara posible. O podría, para protegerse, tomarle fotos a
él, igual que las de ella, íntimas, en las que muestre sus miserias; su pene
sin erección y su flácido abdomen, o esa ridícula cara de antes de eyacular.
Tener a mano material de chantaje, convertido en material de defensa si el
intento de caballero no ha quedado ni en eso.
Natalia me reemplazó por un niño bonito
que conoció en su clase de francés. Un idiota de auto del año y ropita cara que
le revivió las mariposas estomacales. No me escuchó, no hizo caso a mis ruegos
y súplicas, ni a la oferta de reparación de lo que estuviera descompuesto en
nuestro amor. Ya no le importaba nuestro amor. Tenía uno nuevo. Alguien a quien
dedicarle esas canciones que me dedicó cuando se sentía feliz conmigo.
Estaba muy ebrio. Aunque sé que no es
disculpa. Ebrio de odio, de dolor y de venganza. También por las cervezas. “Vas
a ver puta”, repetía una y otra vez en mi cabeza. “Ahora todos van a ver lo
puta que eres”. Presiono enviar y la he mandado desnuda, sonriéndome, a esa
página virtual para exnovias infieles, a ese refugio de ardidos viles y
cobardes de mierda, a ese refugio de solitarios masturbadores. “Para que se le
quite lo puta”.
ERES UN HIJO DE PUTA. ME DESTRUISTE LA
VIDA MALDITO PUTO COBARDE. Fue el mensaje que recibí casi tres semanas después
de haber publicado su intimidad, después de traicionarla como no había
traicionado a nadie. Y aunque al día siguiente de mi bajeza, sin la ebriedad
nublando mi juicio, intenté borrar las fotos, no pude hacerlo. Natalia ya
estaba en el aparador, para que miles de solitarios pervertidos se masturbaran
mirando esa preciosa mirada suya y esas magníficas tetas que me llevaron al
cielo.
Sólo necesité indagar un poco para saber
que toda su escuela vio las fotos, y sí, nadie la ha bajado de puta. Luego
alguien me dijo que también intentó suicidarse, pero sus padres la encontraron
a tiempo y sólo pasó unos días hospitalizada, odiándome.
Su hermano me ha preguntado si no he visto
de casualidad la película de Niña mala,
con Ellen Paige la que actúa en Juno,
moviendo la cabeza le respondí que no. Ha soltado tamaña carcajada. “Entonces
te llevarás una desagradable sorpresa maricón de mierda”, me dice todavía
sonriendo con sus ojos inyectados de venganza.
Así como estoy, amarrado y golpeado,
meado, con los ojos cerrados por los puñetazos recibidos, comienzo a sentir un
miedo muy intenso que no creo haber experimentado antes. Por las minúsculas
rendijas que consigo abrir con bastante dolor puedo verlo divertido, sonriendo,
mientras prepara esa misteriosa venganza que me ha puesto a temblar.
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