Me enteré por Tamara. Me llamó por teléfono y me dio la malanueva. Ya me había avisado con un mensaje de whatsapp pero no lo vi, así que no supe que mi admirado Juan Gabriel había muerto hasta alrededor de las 5:30 de la tarde. Yo transmití la pesarosa noticia a mi familia, que me reprochó que seguramente se trataba de una broma. Les dije que no, que había muerto en la mañana. La verdad es que estábamos tan bien en esa comida familiar que nadie había revisado su celular. Estábamos bien hasta ese momento. Yo al menos.
La cosa es que con el pasar de los minutos
me fui poniendo triste y no entendía muy bien por qué. Mi tío encendió la tele
y ya había una mesa de análisis con gente que hablaba de la grandeza del bien
llamado “divo de Juárez”.
Me dieron ganas de escuchar una canción
suya y la reproduje en el celular: Abrázame
muy fuerte. Mientras escuchaba la canción se me llenaron ambos ojos de
lágrimas que no podía reprimir, ya tenía el alma llena de una tristeza extraña.
Nunca me había puesto así por nadie famoso, por esa gente que admiras pero que
están tan lejos de ti, cuya tristeza se fuga pronto. Gil me vio con los ojos
vidriosos mientras sostenía el teléfono. Él ya le había dicho a Sarita su prima
que Juan Gabriel era mi ídolo, tenía poco que habíamos puesto sus canciones en
casa de Lupita.
De noche, ya en la casa, volví a poner sus
canciones. No las podía cantar, tenía una enorme tristeza atravesada en la
garganta.
Al otro día le escuché decir a Enrique
Krauze que no había visto al país tan triste desde que murió Pedro Infante. Le
dio algo de sentido a mis lágrimas.
Se fue un gran ídolo, su pueblo sigue
triste.
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