Ese que dice que no hay que mirar atrás, que no hay que dejarse caer y que hay que ser siempre feliz tiene una constitución espiritual que le empuja a pensar y actuar de esa manera, aunque generalmente exagera. ¿Quién puede ser feliz siempre o creer que se puede? Hay en ellos una voz que los alienta a hacer, sin importar las consecuencias o la opinión de los demás, que no los deja estar quietos, que los empuja a seguir, a pesar de casi todo. Que pareciera que tienen una chincheta en las nalgas que les imposibilita sentarse un momento.
Pero la mayoría de las veces esta gente cree que
todos somos como ellos, que todos tenemos esa capacidad y esa fuerza mental. La
cosa es que no es así. Una infinidad de personas tenemos procesos mentales y
psicológicos distintos, voces y pensamientos que nos tumban antes que ayudarnos
a poner de pie, donde la depresión y el desánimo esperan en la esquina de la
casa para hacer una nueva aparición. Nunca se van.
Esa gente optimista y triunfadora no
concibe siquiera la palabra depresión. “¿Pero cómo que está deprimido?”
preguntan con más incredulidad de la que puede expresar su cara feliz. “Es que
eso no puede ser, hay que tener fuerza de voluntad, todo está en la mente y los
pensamientos positivos”, y más basura producto de su vanidad es vomitada en
avalancha.
Esa gente sólo ve fracasados y perdedores
en los diferentes. Sólo pueden ver eso.
Por otro lado esa postura pendeja de que
aunque uno se esté derrumbando tiene que sonreír y que se es muy fuerte si se
puede armar una sonrisa a pesar de estar hecho una mierda, es un cuento tan
tonto que me cuesta creer que haya tantos que lo proclamen como mantra.
¿A quién mierda quieren apantallar?
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