Recuerdo a aquel listillo que nos dijo en
esa charla ¿sobre sexo? en el primer año de la secundaria, que era incorrecto
llamar al sexo relación sexual, ya que todas nuestras relaciones lo eran porque
éramos individuos portadores de un sexo; de forma que si había una relación
entre nosotros, de cualquier tipo, se trataba de una relación sexual. Para este
hombre, cualquier interacción con otro humano lo era.
Según este señor, lo correcto era nombrar
al sexo: “relación sexual coital” (pienso que debía saber que en esos años
hormonales tan sólo le decíamos coger). Era el coito lo que la diferenciaba de
las otras relaciones.
En esos días, como ante casi cualquier
individuo que nos contaba algo novedoso, movíamos la cabeza reafirmando lo que
oíamos, maravillados ante esta nueva perspectiva que se nos había descubierto:
oooooohhhhhh, resonaba en mi cabeza. Ahora me parece que este tipo sólo hablaba
de teorías y no de experiencias vividas.
También ahora viene a mi mente Sheldon
Cooper nombrando al sexo simplemente coito. Y su increíble (en estos tiempos)
habilidad de nombrar a las cosas por su nombre para molestia y sorpresa de la
gente que lo rodea. Es que estamos tan acostumbrados a los eufemismos, que
cuando alguien llama a las cosas por su nombre algunos se ofenden más que con
un insulto, o se espantan, sonrojan y te miran como si fueras un loco (pero de
los locos de a deveras).
A los insultos ya nos acostumbramos
bastante. Llamar a las cosas por su nombre nos continúa dando un escozor
difícil de quitar.
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