A veces me inspiro, bueno, no lo siento así, pero esa es la palabra común para referirse a eso. Cuando el tiempo invertido en crear algo da frutos, grandes o pequeños, no importa. Sale algo que se ve bien, al menos desde nuestra mediocre o vanidosa perspectiva.
A veces me peleo con un primer párrafo más
tiempo del que quisiera. Le doy vueltas una y otra vez, le agrego y le quito
palabras, frases completas, lo leo y lo releo demasiadas veces, para después de
un rato, con la inspiración posada por fin en mis hombros, transcribir esa idea
que me rondaba la cabeza en un nuevo párrafo expulsado con mucha más facilidad
que ese otro tan necio y estreñido. Luego elimino completo al latoso aquel, ya
no sirve.
Algunas pocas veces casi todas las
palabras que soportan la edición y última relectura salen de un tirón, y las
ideas subsecuentes y los párrafos siguientes se alistan y se codean con otros
para salir de inmediato, aun si el enunciado previo todavía no está terminado.
De hecho debo interrumpir ese enunciado para escribirlas abajo y que no se
pierdan en mi confusa mente, porque además son celosas las cabronas, y de no
ser pronto tomadas en cuenta se refugian muy dentro de mi cabeza donde ni todo
mi esfuerzo es capaz de traerlas de vuelta y vestirlas en papel. Casi nunca en
papel, en la página del Word para luego viajar a la página del blog. A veces,
si forman parte de un texto afortunado recorren el ciberespacio de blog en
blog, de un perfil a otro, compartidas. Son dichosas y yo más.
Hay ideas tercas y ególatras, que no se
conforman con haber sido publicadas y compartidas desde computadoras en ambos
lados del océano, que se cambian las ropas y el peinado, se adueñan de un gesto
diferente y vuelven a hacer fila, esperando volver a ser publicadas. Esas
obsesiones y filias son tercas las hijasdeputa, son las culpables de que
alguien me pueda decir que de eso ya había hablado o que eso ya lo he dicho
antes. Pero bueno, cada quién sus obsesiones y sus perversiones.
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