Mulán es quizá mi película favorita de
Disney. La fui a ver al cine con una de mis mejores amigas cuando iba en la
preparatoria, y recuerdo su expresión de desconcierto cuando supo que esa era
la película que quería ver. La quería ver porque soy fan de las películas
animadas de Disney, pero fue una experiencia grandiosa verla. Al salir del cine
mi amiga me dio la razón señalando que había sido buena idea ver esa película
“de dibujitos”.
Años después, cuando me convertí en padre
de un hermoso niño, Mulán fue también una de sus películas favoritas cuando era
muy pequeño. Tenía dos años y sólo quería ver Hércules y Mulán (Mulán y
Úlules), así que no fue un martirio para mí ver y ver y ver siempre la misma
odiosa película que adora tu hijo. Ahí estábamos los dos: mirando, disfrutando
y cantando; cantábamos mucho esas canciones.
Hace poco estando con Gil, en nuestra
plática salió el tema del honor y el deshonor, cualidades que en este país en
el que vivo se desconocen o se malinterpreta su significado.
Y es el honor el tema de Mulán. Todas las
situaciones importantes de la historia tienen la motivación del honor de la
persona que la realiza o del deshonor que quiere evitar llevándola a cabo.
Mulán debe mantener el honor de su familia
impresionando a la casamentera, su padre debe conservar su honor yendo a la
guerra aun si no está bien de una pierna, el honor de Mulán la impulsa a
reemplazarlo, y así, hasta el momento en que el mismo emperador se postra a sus
pies honrándola frente a toda su nación. Y bueno, el final siempre trae mis
fáciles lágrimas a escena, luego de que Mulán da a su padre los obsequios que
le ha dado el emperador para honrar a su familia él le responde que el mayor
honor y obsequio es tenerla como hija.
Gil estaba maravillado de ver tantas cosas
que no había visto antes. Una semana después vimos Mulán y cantamos Mi chica es
la razón, una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario