sábado, 25 de febrero de 2017

de las palabras II




En estos días modernos, muchas palabras son mutiladas por una manada de hablantes ignorantes incultos y valemadres, que no sé qué pase por su cabeza cuando recortan de formas ridículas los pobres vocablos a los que no les queda más que resignarse, y a los que los escuchamos poner una expresión de “¿es en serio?” Pero así está el mundo.

Resulta que a ésta banda de imbéciles (no encuentro adjetivo más preciso) incluso le cuesta decirle a un camarada “wey” y ahora le dicen “we”. Sigue siendo una palabra de una sola sílaba pero todos sabemos que pronunciar la “y” es bastante pesado por ese asunto de que no se sabe a ciencia cierta si es más consonante que vocal, una especie de letra transexual es en todo caso. La doctora dice que "la priva" deja buena lana (plata, guita, money, feria). Es toda una doctora petulante con cientos de diplomas pero también la vence la hueva abismal de llamar consulta privada a la consulta privada. Austeridad gramatical, imagino que será una moda de gente cool que yo obviamente desconozco. Pero bueno, en todas las manadas se cuecen habas.

A algún idiota se le ocurrió decir que para no dejarnos avasallar por los vocablos anglosajones deberíamos dejar de decir OK como una forma de asentir sobre cualquier cosa, y en su lugar usar TG que significa “ta gueno”, y que viene a ser una contracción de “está bueno”. Y ahí van todos (casi todos) a compartir esa maravillosa idea. Ok, suprimimos el OK, pero qué hacemos con el casting, la hostess, el backstage, el smartphone, los gadgets, los spoilers, y tanto puto anglicismo más que nos come la lengua. Algo es algo dirán otros optimistas: maldito amargado.

Y se dice por ahí, y por allá también, que es de sabios callar, que si no se tiene algo bueno o importante para decir lo mejor es tener la boca cerrada para no perturbar el silencio con algo intrascendente o estúpido. Parece ser así, hay personas que han aprendido el valor de las palabras y de la prudencia verbal. El otro lado de esa moneda es que los imbéciles tienen la lengua suelta y padecen de una verborrea que pareciera eterna; no existe el pepto gramatical. No importa las pendejadas que digan, tienen que hablar, que para eso tienen boca, y redes sociales para reproducir cualquier sandez que pase por sus perturbadas mentes. Y otros integrantes de la manada para reproducirlas a placer a su vez.

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