Dejé el periódico en la barra de la
cantina que es uno de los lugares en donde se queda para que cualquiera que lo
quiera hojear o leer pueda hacerlo. Mientras lo hacía no pude evitar ver que en
la libreta de notas de mi madre estaba escrito con tinta roja y subrayada la
frase: es preferible ser feliz que tener
la razón.
Y sí. Para cualquiera con algo de lógica
elemental y sentido común así es. Qué sentido tiene discutir para intentar
poner en la mesa encima de todas las demás ideas el concepto que tenemos sobre
cualquier estupidez de la existencia. Sobretodo si tenemos frente a nosotros a
un individuo necio que a pesar de lo insulso de sus argumentos los sigue
repitiendo como niño berrinchudo.
No tiene ningún sentido. No ganamos nada.
Y hay gente a la que al escuchar nos pone de malas.
Ahí estaba la frase, doblemente resaltada,
sobresaliendo entre las demás anotaciones en la espantosa caligrafía de mi
madre.
¿Y en serio la llevará a la práctica esta
mujer que siempre tiene la última palabra y que parece ser feliz buscando
cualquier excusa para incomodar a los demás y que desconoce los límites de lo
políticamente correcto en sus desatinados comentarios sobre cualquier tema? A quien
le vale madre ser incorrecta para decir eso que quiere e imponer eso que piensa.
Lo dudo mucho. Pero habrá que ver.
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