Andrés Manuel arrasó en la elección presidencial. Le sacó más del doble de ventaja al segundo lugar. Es el primer presidente electo en México de forma legítima, el primero que obtiene más del 50% de las preferencias del electorado.
Entre los que decidimos apoyarlo estamos de todos lados. Están millones de estudiantes difíciles de engañar que votaron por primera vez y jubilados hartos del gobierno rapaz. Están ricos y empresarios poderosos que desean un país mejor junto a pobres y miserables cansados de ver cómo los políticos se llenan los bolsillos con el cinismo más impúdico (los gobernadores del nuevoPRI para empezar). Está la clase trabajadora y la clase obrera que le quieren dar una oportunidad, no para que roben otros, sino para que dejen de robar, con una pequeña chispa de esperanza frente a la agobiante realidad del mexicano transa y valemadre. Están muchos que hace seis y doce años nos llamaban pejejos, pejezombies y demás adjetivos hermanados con la estupidez a quienes siempre le dimos nuestro apoyo, pero ahora lo apoyaban vehementes; también se cansaron de lo mismo.
Y sí, estamos los que estamos con él desde hace veinte años cuando era presidente del ahora agonizante PRD y luego quedó electo Jefe de gobierno de la Ciudad de México: con el depa en Coplico y el Tsuru blanco, las conferencias de madrugada y la pensión a los ancianos, la inimaginable construcción del segundo piso del periférico y la austeridad republicana, y tantas cosas más de las que todos sus adversarios prefieren hacer como que no saben que Andrés hizo tanto con tan poco. Y soportamos con él aquel infame intento de desafuero fraguado en el PRIAN y comandado por el pendejo de las botas de charol. Y vimos con rabia cómo nos robaron la elección. ¿Me pregunto si a los nuevos amlovers les dice algo Hildebrando?
Por desgracia estamos en México, y tampoco nos dejamos deslumbrar por el supuesto mesías. Estamos conscientes de todos los personajes deleznables que se unieron a Morena cuando vieron hacia dónde se movían las aguas; la fauna política mexicana está retacada de chapulines oportunistas que cambian de bandera como cambian de calzones; de miles que no ven el cambio que el país necesita y el fin de los privilegios para los servidores públicos sino el lugar desde donde podrán seguirse sirviendo lo que queda de la patria.
Espero que un gabinete con tal presencia femenina haga entrar en razón al presidente sobre lo necesario y justo que es que las minorías tengan derechos elementales en todo el país y que los derechos de la mujer sean respetados más allá de cualquier moralismo ignorante que se quiere imponer a toda costa.
Me da una lástima infinita ver cómo brotó el clasismo y racismo más recalcitrantes –aunque no me sorprende, lo veo casi todos los días: como nos ven nos tratan– ante la avasallante victoria. Para la élite voraz y para millones más de arribistas y wannabes ha ganado la ignorancia de chairos y nacos, de jodidos e ignorantes, de prietos y pendejos. Qué hacemos, es lo que hay.
Aquí estamos. Contentos pero sin sonrisa.
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