Pero ahora veo que el recorrido de este inesperado viaje no se parece tanto a una montaña rusa. Podría decir que es mas bien una especie de laberinto en el que es sencillo perderse y alejarse de la salida, con zonas pantanosas en las que parece imposible avanzar pero sí quedarse estancado una eternidad, y esos recovecos turbulentos con caídas pronunciadísimas y giros inesperados, también una casa de espejos con reflejos distorsionados y dolorosos, con imágenes difíciles de ver. Y el mismo laberinto, con sus veredas inciertas y su desconocida duración, con los regresos al mismo pasillo por el que ya has cruzado varias veces topándote con la misma pared, confundido.
Y claro, siempre está presente aquel "amigo" que disfruta tanto apagando la luz o poniéndote una zancadilla. Lo miraste de reojo en aquel salón de los espejos.
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