Cuántos mexicanos pudieron imaginar, soñar, pensar siquiera en la posibilidad de que nuestro equipo de futbol quedara campeón en las Olimpiadas de Londres. Yo, tenía la esperanza, aunque debo decir que una esperanza firme de que podían ganar una medalla, de que nuestro equipo tenía la capacidad de quedar entre los tres mejores equipos, pero no me ilusionaba demasiado con el título.
Los "expertos" analistas, esos que saben lo que tenía que haber hecho un equipo y un entrenador y un jugador, a pesar de que muchos nunca han practicado con relativa seriedad el deporte del que son expertos, no aseguraban siquiera que México pudiera acceder a las semifinales, y claro, daban razones contundentes sobre por qué eso no pasaría. Cómo, si ahí estaban Inglaterra, Brasil,
Con todo y contra todo se llegó a la final, contra Brasil. El Brasil que nunca había quedado campeón olímpico, el Brasil de Neymar, Marcelo, Hulk y algunos nombres más. BRASIL. Pues hasta aquí llegamos creyó casi todo el país. No todo, algunos seguíamos soñando (ahí sí creíamos) y creyendo que le podíamos ganar a los brasileños, igual que les habíamos ganado en Perú el Mundial sub 17.
Las victorias futbolísticas no siempre dependen del desempeño del equipo. La genialidad o "churro" de algún jugador o el error impensable de otro más pueden determinar el resultado de un partido. Ya ven, si el imbécil de Higuaín hubiera podido definir SOLO frente al portero alemán Argentina se hubiera coronado en la tierra de Pelé, al que seguro le daba diarrea por al menos ocho días.
Se supone que esta es la mejor generación de futbolistas mexicanos, que tenemos el mejor equipo que nunca hemos tenido. Y aquí estamos los soñadores, los apasionados, los ilusos, dirán otros, y los estúpidos que pierden el tiempo con futbol, como piensan otros más.
Todo puede pasar. El deporte es impredecible.
Todo puede pasar. El deporte es impredecible.
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