jueves, 11 de abril de 2019

vanidades, y algo más


La verdad es que extraño a mis lectores. Sé que es pura vanidad pero es la verdad. Será que en realidad los escritores somos unos vanidosos sin redención o es sólo cosa mía. No lo sé, pero echo de menos ver ese número de visitantes que antes veía, comparado con el pequeño número de lectores que pasa por aquí ahora.

Y es sólo un asunto de desproporción. Porque el hecho de que 25 personas estén interesadas en leer lo que sale de mi cabeza debería parecerme increíble, y cuando lo razono y veo esos números con ojos un poco objetivos, puedo ver que sí es bárbaro que tanta gente tenga interés en entrar al blog en este mundo lleno de mierda más atractiva.

El detalle, como en muchas otras cosas, son las comparaciones (cuántos hombres viven obsesionados con ellas). Los lectores de meses atrás eran entre 70 y 100, en ocasiones, hasta 150 en alguna entrada interesante.

Y la cosa es que esta insulsa preocupación se contradice totalmente con aquello que publiqué hace 500 entradas, hace casi seis años; donde decía que el chiste y el placer era escribir, no que alguien te leyera.

Pero es que es tan jodidamente lindo que un desconocido te diga que le ha gustado lo que escribiste, que alguien señale que le gusta tu forma de escribir, o que alguien más te confiese, no sin algo de rubor, que le gusta leerte aunque le da pena comentarte, pero que quería que lo supieras.

Y la verdad es que estoy contento escribiendo mis cosas, haciendo versos a veces. Que me hace feliz ver esas visitas desde Chile, Argentina o España. Y que es verdaderamente un placer tener amigos surgidos de las letras. Gracias a todos los que me acompañan, los abrazo con cariño.


2 comentarios:

  1. No sabes cuánto te comprendo, amigo. Yo pasé por esa misma experiencia, incluyendo la contradicción entre lo que uno afirma y luego siente. En mis principios blogueros llegué a afirmar que escribía por placer y no para complacer, jugando con las palabras. Quedó estupendo, pero al poco me percaté que había sido un hipócrita sin proponérmelo, pues me di cuenta que deseaba tener cuantos más lectores mejor. Y cuando ví que el núemro de estos empezaba a descender, me preocupé, preguntándome cuál era la cauda de tantas deserciones. Ahora, no sé si por más viejo o más sabio, esto ya ha dejado de importarme y he vuelto a pensar como al principio. Y que dure, jeje.
    Un abrazo.

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  2. Pues es que uno tiene su corazoncito y su ego mi buen amigo, pero también está la parte de la interacción amistosa que uno tiene con los compañeros, se extraña el diálogo, y claro, las flores. Las cosas lindas se extrañan.
    Abrazos Josep.

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