viernes, 13 de marzo de 2020

de las palabras

Mi madre trataba de darle importancia a las palabras. A ciertas palabras que le dijeron que había que cuidar, palabras que podían lastimar o que podían significar algo contrario a lo que se buscaba con ellas.

No quieres comprarme algo. Pues no, tú misma estás diciendo que no quiero.
Nunca digas nunca. Esa es una palabra prohibida.

Hoy su estado físico no le permite quejarse y protestar por las palabras que se usan, pero sobre todo por las palabras que se usan en su nombre, cargándoselas a ella, confiriéndole una negatividad que en función de esa pseudofilosofía le atañerían de forma muy negativa.

Aunque pudiera ser que por fin pudo hacer caso a aquella otra sentencia sobre la conveniencia de ser feliz a tener la razón. O quizá sólo le ha dejado de importar lo que se diga o se deje de decir, pero no por ello le duele menos lo que se le adjudica injustamente, su mirada lo dice con claridad.

Mi padre dice que ella no quiere levantar su ánimo, que ella no quiere comer, prácticamente que ella no quiere curarse. Y es feo ver su triste y resignada expresión al escucharlo y no poder quejarse. O como ya he dicho, resignarse a no hacerlo.


4 comentarios:

  1. Es difícil de aceptar cuando el enfermo se entrega, pero hay que respetarlo y acompañarlo.
    Quizás tu madre sienta que llegó hasta aquí, que más no vale la pena.
    Todo mi afecto, querido Gildo, con un abrazo bien apretado.

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    1. Es lo contrario amiga querida, se aferra a algo a lo que yo ya no le veo sentido. Sigue luchando, y sufriendo. Sólo que es muy feo ver esa expresión suya cuando escucha lo que se le atribuye erróneamente.
      Te abrazo.
      Beeeesos.

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  2. Mi madre lleva ya un par de años diciendo que ya no quiere vivir, que ya cumplió, que no le compensa la vida el sufrimiendo (y el dolor) que es vivir. Me da pena, pero la entiendo.
    Yo creo que llega un momento, como dice Mirella, en que sentimos que hasta aquí llegamos y ya sólo queda esperar la partida.
    Espero que tu mamá tenga el tránsito final más plácido posible, y que desde la aceptación podáis acompañarla y dejaros acompañar por ella.

    Un abrazo enorme, Gilo

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    1. Pues no querida Alís, ni ella ni nadie más se resigna. No qué ven que yo no veo.
      Te abrazo fuerte.

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