Estos últimos meses han sido de poca actividad escrita. Me cuesta trabajo ponerme a escribir y tomar ese hilo a veces tan escurridizo al principio (más ahora) para luego limitarme a dejarlo salir, cuidando que fluya sin enredarse; como tantas otras veces. En estos meses recientes no ha sido así.
No he dejado de escribir quizá porque mi vanidad es más grande, ya saben: lápiz, papel y vanidad. Pero supongo que a veces la vanidad juega a lo mismo que el miedo, y mueve mucho más de lo que imaginamos. La cosa es que la molesta pelea entre el querer y no querer escribir y el hacerlo a medias está ahí, aquí.
Siempre traigo una libreta y una pluma conmigo por si acaso aquella caprichosa musa me quisiera dar una caricia, un roce o algo más. Porque sé que hay ideas más caprichosas que la mujer que más, que si no se toman en cuenta no vuelven a tu cabeza, así que hay que escribirlas cuando asoman la cabeza.
Estaba en un sanatorio con mi madre, y no recuerdo por qué la conocida idea me golpeó buscando algo más: los pozos siempre se tapan después de ahogados los niños (después de ahogado el niño se tapa el pozo). Dieciséis sílabas, me acomodan los octosílabos, quizá un romance.
Abrí la libreta y saqué la pluma, los demás versos no tardaron en alinearse y salir ordenaditos, como si lo tuvieran muy bien planeado. Y así quedó el poema, sin borrones, sólo un cambio en el orden de las palabras en un verso algo rebelde.
Por la mañana, le había escrito aquellas palabras a mi madre en menos de diez minutos, poco antes de salir para el sanatorio.
Lo que llaman algunos inspiración es una cosa bien extraña. como lo es nuestro cerebro. A veces está claro el motivo de la "sequía": un mal momento personal, una enfermedad, problemas que no nos dejan dormir, etc. Pero otras es un verdadero enigma.
ResponderEliminarNo sé por qué será, pero mi momento de mayor lucidez y fluidez es por la noche, cuando, acostado en la cama, estoy esperando que me venza el sueño. A veces me asaltaban historias muy buenas (o me lo parecían por culpa de mi estado somnoliento y de ensoñación) e intentaba retenerlas en la meoria hasta la mañana siguiente. Pero al despertar todo se había esfumado (a lo peor ni siquiera había existido), así que decidí escribir todo aquello que me viniera a la mente en esos momentos. De ese modo, me tenía que levantar a cada momento e ir a mi despacho (no podía despertar a mi mujer encendiendo la lamparilla, je,je) y anotar la idea. Pero ello me provocaba luego insomnio y me costaba conciliar el sueño, dándole vueltas a la trama. Así que decidóí abandonar esa costumbre. Ahora, si me vuelve a ocurrir, procuro pensar insistentemente en algo relacionado con la historia, un dato, lo que sea, para que algo quede al día siguiente. Pero muy pocas veces funciona, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Todo un enigma Josep.
EliminarAsí con las desgraciadas ideas, sean de las buenas o de las que tras releerlas ya no parecen ni siquiera un poco buenas. Pienso en una libreta y una pluma junto a la cama pero está el asunto de despertar a tu mujer.
Abrazos amigo.
Las ganas de escribir tienen su origen en multiples motivaciones, las que inspirna más son la tristeza, el dolor. A mí ya no me surgen ni ideas ni palabras, tampoco para dejar un comentario más interesante.
ResponderEliminarUn gran abrazo, Gildo... y beeesos.
Tus comentarios siempre me son gratos, también interesantes Mire querida. Creo que tienes razón, el dolor mueve más que la alegría, será porque se adentra más en el alma.
EliminarTe abrazo muy fuerte. Beeeesos.