domingo, 15 de noviembre de 2020

de las vergüenzas

Sentía siempre vergüenza anticipada sólo de pensar que iba a darle vergüenza.

Con esa misma angustia se había aproximado también al joven a quien había conocido hacía un año y con el que era feliz quizá precisamente porque nunca separaba su cuerpo de su alma y con él podía vivir por entero. En aquella indivisión residía su felicidad, sólo que tras la felicidad siempre se agazapaba la sospecha, y la chica estaba llena de sospechas. Con frecuencia pensaba que las otras mujeres (las que no se angustiaban) eran más seductoras y atractivas, y que el joven, que no ocultaba que conocía bien a aquel tipo de mujeres, se le iría alguna vez con alguna de ellas. (Es cierto que el joven afirmaba que ya estaba harto de ese tipo de mujeres para el resto de su vida, pero la chica sabía que él era mucho más joven de lo que pensaba.) Ella quería que fuese suyo por completo y ser ella por completo de él, pero con frecuencia le parecía que cuanto más trataba de dárselo todo, más le negaba algo: lo que da precisamente el amor carente de profundidad y superficial, lo que da el flirt. Sufría por no saber ser, además de seria, ligera.
 
Esto es de "El libro de los amores ridículos" de Milan Kundera. Creo que todos nos podemos identificar de alguna forma con cada una de las historias que narra. Con algunas demasiado, como yo con esto que pongo aquí arriba. Leer esto es como darte cuenta que alguien está explicando eso que sientes pero que difícilmente podrías poner en palabras. Bueno, eso es lo que hacen los buenos escritores, como dice Gavrí: un escritor escribe lo que le pasa a todos los hombres.

Qué difícil hablar de esa vergüenza anticipada, de esas incompletitudes, temores, pensamientos saboteadores. De todo lo que aparece en nuestras pobres mentes cuando queremos de verdad a alguien. 

 


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