He
leído varios libros de José Saramago en los últimos meses. No sé por
qué dejé de leerlo tantos años si mi experiencia había sido tan
placentera con "El evangelio" y el "Ensayo sobre la ceguera".
Seguramente una causa tuvo motivos económicos, aunque la verdad es que
en los años posteriores a esas lecturas leí muy pocos libros, y luego
nació Gil, y siempre es más fácil poner una película.
Siento que leer a Saramago es como cuando cantas algo muy largo sin
poder parar para tomar aliento. Pero al llegar a ese punto no puedes
parar, así que vuelves a tomar aire y continúas. Y luego, si en mi
dislexia o estupidez leo algo mal, mis obsesiones me obligan a comenzar
la oración completa para leerlo todo bien, no sólo desde donde cometí la
pifia. Y a veces me vuelvo a equivocar: demasiada estupidez.
Creo que aunque don José describe como pocos (los pocos libros que he leído) la contradicción del alma humana, y las tantas acciones y pensamientos que no parecieran tener ningún sentido, en este libro me he identificado mucho con un aspecto del personaje, homónimo del autor. El libro es "Todos los nombres".
Creo que aunque don José describe como pocos (los pocos libros que he leído) la contradicción del alma humana, y las tantas acciones y pensamientos que no parecieran tener ningún sentido, en este libro me he identificado mucho con un aspecto del personaje, homónimo del autor. El libro es "Todos los nombres".
José,
el protagonista, comienza a realizar una serie de acciones carentes de
toda lógica pero que no puede detener. No hay forma de explicarlas, ni
de explicárselas, ni de excusarse por hacerlas. Simplemente, por alguna
razón que escapa a sus perezosas reflexiones, las ha realizado.
Mi
calca del personaje viene cuando este se pone a fantasear con
posibilidades espeluznantes y fatalistas, producto de las acciones
emprendidas. Con la precisa elaboración de futuros nefastos, llenos de
vergüenza, resultado de la encadenación de una serie de acontecimientos
desafortunados luego de que algo o todo nos ha salido mal.
Y
ahí, en ese momento, mi imaginación vuela. No se detiene, evoluciona,
no deja de maquinar resultados con su lógica interna, cada uno más
absurdo que el anterior, aunque todos bastante aterradores.
Es lo que hay.
Es, por el momento, la única novela de Saramago que he leído y recuerdo que fue un regalo de no sé quién. Hace muchos años de eso. Me encantó esa irrealidad cotidiana del personaje protagonista, una actitud casi surrealista que, por su fondo de locura, me cautivó y me divirtió.
ResponderEliminarA mi favor diré que no hay nada de ese personaje en mí, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Pues te recomiendo seguirlo leyendo mi buen amigo, a mí me parece fantástico.
EliminarMe has hecho reír, pues mira, yo me he visto tan claramente.
Abrazos.
Me has hecho sonreir con tu presentación.
ResponderEliminarMe encantas...
jajajaja!!!!!!!!!!!!!!!!!
Suerte
y que la luz de la vida
te acompañe siempre
Tú también a mí, por cierto.
EliminarEs sólo una canción que me gusta y que creo me queda bastante.
Te agradezco mucho.
Abrazos.
Ahora me has provocado... Ensayo para la lucidez y Ensayo para la ceguera han desfilado por mis ojos. Recuerdo que leí Ensayo para la ceguera cuando iba en metro a dar clases a la universidad, un día me pasé una estación, era tan intenso, me metí tanto en las descripciones magníficas, sentía la impotencia de la protagonista de ver y no poder decir ni casi hacer nada. Te recomiendo Las intermitencias de la muerte, yo me apunto este que mencionas.
ResponderEliminarAbrazos Gildardo!!!
:D Han sido tres este año, primero releí El evangelio según Jesucristo, que había vuelto a comprar en diciembre, porque no me lo devolvieron. Luego el Ensayo sobre la lucidez, que no sabía que estaba unido al de la ceguera, y luego este, hace no tantas semanas.
ResponderEliminarSon párrafos tan largos que es difícil parar, jajajaja. Y luego esa forma que tiene de escribir, donde tienes que poner más atención para saber quién jodidos ha hablado, jajajaja.
Te abrazo.