No lo había pensado pero quizá uno de los aspectos que más me gustan de los deportes es que todo puede pasar. Nada está escrito. En cualquier momento pueden surgir héroes improbables y quienes presumían estadísticas perfectas pifian en el momento menos indicado. Ejemplos hay demasiados, de milagros y tragedias en los dos lados de la moneda. ¿Quién hubiera pensado que los invictos Patriotas perderían el Superbowl ante los anódinos Gigantes? ¿O que Boston le iba a empatar dos partidos seguidos a Mariano Rivera y levantarse de un 0-3, extinguiendo la maldición del Bambino?
Nuestro equipo seguro ha protagonizado alguna historia de película pero también ha dado motivo a burlas crueles por lo ridículo que fue perder lo que ya parecía ganado. ¿Alguien dijo Barcelona? Aunque el Cruz azul se cuece aparte: desafortunados quienes ataron su corazón a tan nefasto equipo. Pero qué hacer, ¿cómo cambiar al equipo de la infancia?
No todos los deportes son iguales pero un strike de vida puede ser suficiente. Y como dijo Yogi Berra: no se acaba hasta que se acaba.
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