Nosotros también existimos, aunque no
hagan películas sobre nuestras vidas. Somos los cobardes, los débiles, los
pusilánimes, los conformistas; esos que no tienen revelaciones ni cambian para
ser ese alguien que se supone que todos queremos ser.
Nunca somos los héroes, jamás
protagonizaremos un drama o una epopeya. Aunque sí estamos. Nos necesitan para
el relleno de las historias, para llenar el cuadro con estos rostros sin
rostro, estos cuerpos que van de un lado al otro sin propósito aparente. Podemos
ser un amigo del héroe si bien nos va. O ser el contrapunto que requieren las
historias, el perdedor que potencia aún más todas las cualidades del
contundente ganador.
Te imaginas si todos fuéramos ganadores,
si todos tuviéramos la fuerza para sobreponernos a cualquier tragedia o
perturbación personal, a cualquier cosa, y brillar con un esplendor
maravilloso. ¿A quién embaucarían los charlatanes? ¿A quién? Si no existiéramos
los depresivos, los temerosos, los resignados, los que dicen que no podemos ver
más allá de nuestra nariz. Los que no tenemos pensado salir de nuestra
"zona de confort” así no sea cómoda en lo absoluto.
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