jueves, 30 de junio de 2016

Yo antes de ti




Debo reconocer que me metí a esa sala del cine casi exclusivamente para ver a Emilia Clarke (soy un mortal de gustos simples, un pervertido cualquiera), aunque tenía también un cierto interés por ver cómo iba esta nueva película romántica. Pero en realidad no esperaba más que otro producto afín a los que se maquilan compulsivamente en las productoras fílmicas.

Sin embargo, he abandonado la sala del cine –reencontrándome con una pertinaz lluvia– con una sonrisa en los labios, un exceso de agua en el ojo izquierdo que por alguna razón no quiso convertirse en lágrimas y la satisfacción que te deja en el alma una sorpresa “ciniestra”, sobre todo esa sorpresa que no esperabas llevarte.

Sabía que la cinta era la adaptación de una exitosa novela amorosa, pero eso no es garantía de nada en los tiempos actuales (50 sombras de qué). El fortuito encuentro se dio por mi cinefilia y mi rechazo a la secuela del Día de la independencia; aunque ya he dicho antes que soy un tipo cursi (por suerte mi contraparte es ruda y la dispareja se empareja) así que existía cierta atracción por la película de la señorita Clarke.

Me encantó la película.

Me encantó esa parte de la eutanasia y cómo fue tratada, me encantaron todas las formas posibles en que Emilia Clarke puede arquear las cejas sonriendo, pero sobre todo, me encantó que la historia no se traicionara en pos de un final feliz, de esos en los que el amor vence todo, porque en realidad no es así.

Fue una muy grata sorpresa. De esas que a veces llegan y te hacen sonreír.



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