Dicen algunos de mis amigos españoles que
los mexicanos tenemos fama de machos, machos cabrones, chingones, y no sé
cuánta más patraña difundida por ahí por algún mexicano mentiroso y
envalentonado. La verdad –desde donde yo lo veo– es que el macho es como el
perro que sólo ladra y por dentro no es más que un mandilón con aspiraciones de
hombre mandón.
Yo creía que la concepción y naturaleza
del hombre mexicano había cambiado (evolucionado), que los hombres de mi
generación pensábamos distinto y que muchos tabúes de nuestros padres habían
quedado como simples anécdotas. He constatado que estoy equivocado, al menos no
es así para la mayoría de mis compatriotas. O eso creo.
A pesar de lo que se diga, a pesar de las
feministas conscientes y a pesar de todo, una mujer vale en función de su
físico y de su sexualidad. Es santa o es puta. Es cogible o fea. La deseas o no
te parece atractiva.
Me
estás matando Susana (de Roberto Sneider, basada
en Ciudades desiertas de José Agustín)
tiene en su personaje principal a un típico macho mexicano encarnado por Gael
García Bernal. Un personaje que resulta divertidísimo por lo real de las
disparatadas situaciones que representa, con todas las inseguridades y vicios
del hombre mexicano. Un personaje que se calca en ti, en tu padre, tu primo, tu
amigo o cualquier otro hombre que puedes ver totalmente reflejado.
Es una gran película mexicana. Muy
divertida. Yo me la pasé bastante bien en el cine a pesar de cierta gente que no
sé por qué va al cine.
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