Debo decir que supe de ella apenas unas
cuantas semanas antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos, creo que a través
de un reportaje donde mencionaban a los atletas mexicanos que participarían.
Resaltaron su nombre debido a su calificación en gimnasia, una disciplina donde
mi país no sobresale en el mapa, y ella se había ganado un lugar para competir.
Lo siguiente que supe de Alexa fue que se
convirtió en motivo de burlas por su apariencia de mexicana promedio. Parece
que el mexicano se ve al espejo y no puede más que criticarse y seguir añorando
ser rubio y de piel pálida. Un buen número de idiotas mexicanos amparados en la
impunidad del internet se burlaron cruelmente de ella: según ellos por ser
gorda y fea.
Pienso que la razón principal es la envidia
(“Qué hace esa pinche gorda en las olimpiadas mientras yo no puedo ir, por más
que le rece a la virgencita”) pero no lo sé de cierto.
El hecho se convirtió en noticia por todo
el mundo. Ya a nadie le quedarán dudas de si México es un país racista que discrimina
a sus propios paisanos. Los hechos hablan por sí solos. Y uno lo constata en su
realidad, escuchando todos los comentarios racistas, clasistas u homofóbicos
cada día en todos lados, incluso en personas de tu familia.
Aunque me molestó el hecho no me extraña
en lo más mínimo. Sé en qué país vivo.
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