Con Tamara iba a veces por un helado a las
nieves de Adiós a tu presumida, La
Presumida pa los cuates. La heladería es un pequeño local que evidencia a un
propietario acumulador/coleccionista que exhibe una gran colección de
latas y de juguetitos de huevo Kinder
demasiado polvosos, además de fotografías de nuestros Diablos y nuestro santo
patrón Saturnino Cardozo. Son mis helados preferidos y me gusta decir que son
los mejores helados del mundo.
Pero bueno, la cosa es que cuando íbamos
por un delicioso helado, el señor que atiende, al momento de preguntarnos sobre
el sabor de nuestro helado, cuando se dirigía a mí me llamaba joven pero cuando
le solicitaba el pedido a Tamara le decía seño. Esta curiosa situación era
motivo de bromas y risas entre nosotros ya que yo soy cuatro años mayor que
Tamara, y además tengo un hijo.
Es que a pesar de que el seño es indefinido ya que se puede referir
a una señorita o a una señora, la verdad es que es una palabra vieja y amable
para dirigirse a las señoras: la seño, la señito (cuando iba al kínder no
teníamos misses, teníamos seños; y yo, según recuerdo era el consentido de la
Seño Pili). Es rarísimo que se le diga a una mujer joven.
Pero en todo caso, es la palabra perfecta
para dirigirse a una mujer de más de 40 sin que sienta alusión alguna hacia su
vida sexual. Ni ella se ofenderá con el señora, ni yo me sentiré ridículo
llamando señorita a una señora de 50 años que me ha vendido unas golosinas.
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