Nos dice Damien Chazelle, a través de Terence
Fletcher, el gran personaje que escribió para su grandiosa Whiplash, que: no existen dos
palabras más dañinas para alguien que “bien hecho”, y explica su argumento
de manera que no nos quedan dudas, y sorprendidos le damos la razón. La
sorpresa viene del hecho de no haber pensado sobre ello nunca en la vida.
Esta postura tan realista choca totalmente
con la filosofía charlatana de las conspiraciones universales y el pensamiento
positivo, de lo especial y maravilloso que es cada ser humano, que está tan en
boga en estos días.
¿Cómo podría mejorar quien cree o le hacen
creer que lo que ha hecho está “bien hecho”? ¿Cómo no sentirse casi genio
siendo un mediocre? Y a veces mediocre es decir demasiado.
Es que el hombre tiene razón.
Pero cuando tienes un hijo, te hace mucho
más ruido la contundente frase, porque cómo podrías no decirle a tu hijo que es
maravilloso o que eso que ha hecho con su esfuerzo no es algo bueno o que no
está bien hecho. Serías un titulado hijodeputa si le dices que lo que hizo es
feo y está mal.
La cosa es que tratas de apoyarlo y de
hacerlo sentir bien, deseas con toda tu alma que su autoestima se construya y
se fortalezca, porque además sabes (en mi caso) que el pobre niño ha salido
igual a ti y eres perfectamente consciente de lo inseguro y temeroso que eres.
Es cierto que la sentencia del señor
Fletcher/Chazelle me dejó pensando. Cuánta razón tiene. Pero creo que el tiempo
de prescindir de todas las variantes del “bien hecho” todavía no me llega con
Gil.
Mientras, espero seguir apoyándome en la
filosofía de mi querido Kung fu Panda: No
hay un ingrediente secreto. Lo necesario ya viene dentro.
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