Dice Isaac Belmar en la última entrada de su blog, un blog sobre escritura que me gusta leer: leerse me parece un acto de onanismo extraño. Habría que discutir con los onanistas profesionales qué clase de actos entrarían en la categoría de extraños, pero el compañero Isaac ha puesto ahí al acto de leer lo que uno escribe.
Yo que he sido un entusiasta de la masturbación y un
narcisista profesional puedo ver entonces por qué disfruto de leer las cosas
que he escrito hace tiempo. Además le encuentro mucho sentido al hecho de
comparar la lectura de los escritos propios con la búsqueda del autoplacer
sexual.
Y es que la escritura de una bitácora virtual que puede
perdurar por los siglos de los siglos amén, si es que ese es tu deseo o tu
descuido, permite que lo que has escrito en cierto momento x de tu vida se
quede ahí para tu onanismo posterior o tu vergüenza ridícula, para la burla o
la admiración ajena y para que si tienes la suerte de estar aquí 15 o 20 años
después, puedas dar rienda suelta al onanista gusto, lleno de nostalgia y lindos
recuerdos.
Yo, que ya he dicho que tengo alma narcisista, dejaré el
blog flotando en el ciberespacio para la eternidad o hasta que el juicio final
nos alcance, espero le toque flotar junto a alguna buena página erótica al lado
de Carla Brown o Nikki Sims. Pero también junto a los blogs de mis amigos, con
los que está irremediablemente hermanado.
Pero qué quieren amigos, si ya lo dice el protagonista de
El ciudadano ilustre: para escribir
sólo hace falta lápiz, papel y vanidad.
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