domingo, 24 de diciembre de 2017

onanistas



Dice Isaac Belmar en la última entrada de su blog, un blog sobre escritura que me gusta leer: leerse me parece un acto de onanismo extraño. Habría que discutir con los onanistas profesionales qué clase de actos entrarían en la categoría de extraños, pero el compañero Isaac ha puesto ahí al acto de leer lo que uno escribe.

Yo que he sido un entusiasta de la masturbación y un narcisista profesional puedo ver entonces por qué disfruto de leer las cosas que he escrito hace tiempo. Además le encuentro mucho sentido al hecho de comparar la lectura de los escritos propios con la búsqueda del autoplacer sexual.

Y es que la escritura de una bitácora virtual que puede perdurar por los siglos de los siglos amén, si es que ese es tu deseo o tu descuido, permite que lo que has escrito en cierto momento x de tu vida se quede ahí para tu onanismo posterior o tu vergüenza ridícula, para la burla o la admiración ajena y para que si tienes la suerte de estar aquí 15 o 20 años después, puedas dar rienda suelta al onanista gusto, lleno de nostalgia y lindos recuerdos.

Yo, que ya he dicho que tengo alma narcisista, dejaré el blog flotando en el ciberespacio para la eternidad o hasta que el juicio final nos alcance, espero le toque flotar junto a alguna buena página erótica al lado de Carla Brown o Nikki Sims. Pero también junto a los blogs de mis amigos, con los que está irremediablemente hermanado.

Pero qué quieren amigos, si ya lo dice el protagonista de El ciudadano ilustre: para escribir sólo hace falta lápiz, papel y vanidad.

Y es que aunque uno no quisiera, hay un acto de onanismo necesario, en la relectura y la corrección, porque hay que seguir ciertas pautas. Eso también.




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