Si recorres el pasillo de los juegos de
mesa en cualquier juguetería o centro comercial, te encontrarás con las
versiones premasticadas y fáciles de digerir de antiguos y clásicos juegos de
mesa. Versiones light, ahora más fáciles
de jugar, con varios modos de juego;
menos complicados, más simples, que te retan menos, que hacen juego con el
insustancial mundo Kardashian que habitamos.
La verdad es que no sé si sean más divertidos
(lo dudo, pero podría ser) porque en su mayoría no los he jugado, pero creo que
cualquier persona adicta a la inmediatez de las redes sociales y el internet de
alta velocidad los disfrutará. Sobretodo los niños que manejan una tableta
antes de cumplir dos años como nunca la manejará mi madre. Esos niños se
aburren si no tienen las cosas fáciles.
Y cada quien jugará como mejor le parezca
–algunos prefieren no jugar a nada–, realmente no me importa como jueguen los
niños actuales, el problema es que dejen de vender las versiones clásicas de
los juegos y sólo ofrezcan estas adaptaciones sin chiste.
Porque yo no quiero un Maratón con
opciones de respuesta, ni las muchas opciones de Monopoly o Turista que no
duran más de media hora, o el Clue con tarjetas para hacer trampa y averiguar
cosas.
Aunque me pregunto si después habrá
alguien con quien jugar.
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