martes, 19 de octubre de 2021

"Copular, no hacer el amor sino copular, como los cerdos o los caballos: eso hacían los hombres con las mujeres. Abalanzarse sobre ellas, abrirles las piernas, meterles sus chorreantes vergas, embarazarlas y dejarlas para siempre con la matriz averiada, como André Chazal a ti. Porque esos dolores ahí abajo tú los tenías desde tu malhadado matrimonio. "Hacer el amor", esa ceremonia delicada, dulce, en la que intervenían el corazón y los sentimientos, la sensibilidad y los instintos, en la que los dos amantes gozaban por igual, era una invención de poetas y novelistas, una fantasía que no legitimaba la pedestre realidad. No entre las mujeres y los hombres en todo caso. Tú, por lo menos, no habías hecho el amor ni una sola vez en esos espantosos cuatro años con tu marido, en aquel pisito de la rue de Fosses-Saint-Germain-des-prés. Tú habías copulado, o, mejor dicho, habías sido copulada, cada noche, por esa bestia lasciva, hedionda a alcohol, que te asfixiaba con su peso y manoseaba y besuquaba hasta desplomarse a tu lado como un animal ahíto. Cuánto habías llorado, Florita, de asco y vergüenza, después de esas violaciones nocturnas a que te sometía ese tirano de tu libertad. Sin preocuparse jamás de averiguar si querías hacer el amor, sin la menor curiosidad por saber si gozabas con sus caricias –¿había que llamar así a esos jadeos repugnantes, esos lenguetazos y mordiscos?–, o si te causaban dolor, tristeza, abatimiento, repugnancia. Si no hubiera sido por la tierna Olympia, qué pobre idea tendrías del amor físico, Andaluza.

Pero todavía peor que ser copulada, fue quedar embarazada a consecuencia de esos atropellos nocturnos. Peor. Sentir que te hinchabas, deformabas, que tu cuerpo y tu espíritu se trastornaban, sed, mareos, pesadez, el menor movimiento te costaba un esfuerzo doble o triple del normal. ¿Eso, las bendiciones de la maternidad? ¿Eso lo que ansiaban las mujeres, con lo que cumplían su vocación íntima? ¿Hincharse, parir, esclavizarse a las crías como si no bastara ser esclava del marido?"

De "El paraíso en la otra esquina" de Mario Vargas Llosa.

 

Debería parecerme sólo un documento que atestigua el atraso y la ignorancia de la civilización, una triste postal macabra, empolvada, superada, por más vergüenza que dé. Pero tiene una vigencia mayor de lo que me gustaría creer. 

Y hay tantos que siguen negando la deuda que tenemos con las mujeres, de los privilegios que aún tenemos. No creo que haya que decir mucho más.

 



2 comentarios:

  1. Hemos avanzado mucho en algunos aspectos, pero en otros seguimos siendo bastante primitivos. Me ha encantado leer este fragmento de esa obra, que no conocía, de Vargas Llosa.
    Un abrazo.

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    1. Al final siempre nos sale lo primitivos. Acá te dicen que sacas el cobre, jajaja.
      Abrazos amigo.

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