Cómo saber quién de estos individuos es un
buen amante, nada extraordinario, sólo alguien que provea un poco de placer
profano en una solitaria relación sexual.
Un amigo me dijo que las mujeres feas o
gordas eran mejores en la cama. Que la poca actividad sexual que tenían hacía
que al momento de encontrarla, trataran de que la experiencia fuera lo más
placentera posible, o que el hecho de saberse poco atractivas las volvía más
acomedidas y entusiastas que una guapa o buenota que se creía merecedora de
todo y no se esforzaba en lo absoluto. “Ya que tienes la suerte de tenerme
esfuérzate papacito”.
De entrada consideré su comentario un
cliché malhecho, elaborado quizá con otros amigos en una borrachera donde todos
narraban sus prodigios sexuales, seguramente casi todos falsos. Hablando de las
tetas de fulana y el culo de sutana y de cómo aquella gorda había resultado tan
extraordinariamente buena a la hora de coger o haciendo sexo oral. No creo que
entre ellos se cuestionen, seguro que entre todos se aplauden las mentiras y se
alientan a armar otras, por más inverosímiles que lleguen a ser. Por otro lado,
quién les dijo que las feas cogen menos.
La verdad no sé con cuántas mujeres se ha
acostado mi amigo, ni si tiene manera de poder hablar de esa teoría sobre el
desempeño sexual de una mujer, o cuánto de verdad hay en sus palabras.
Pero ahora, no sé si yo podría aplicar el
mismo criterio con los hombres. Que los más atractivos sean malos amantes y que
la fealdad de algunos los vuelva prodigiosos compañeros bajo las sábanas. ¿De
qué tamaño tendrán sus penes? Me dijo una amiga que uno muy grande es doloroso,
pero en todo caso dicen que el mayor placer no te lo puede dar su pene sino su
lengua.
Este que se acercó no se ve mal. Tampoco
parece un imbécil. Veremos qué pasa.
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