La sensibilidad, la paciencia, la
puntualidad incluso, son cualidades poco valoradas, con nulo valor las más de
las veces. Tanto que nombrarlas cualidades resulta un disparate.
Características, de personas poco productivas, en todo caso; como esa capacidad
de abstraerse con lo que pareciera la nada como si de un paisaje maravilloso se
tratara.
Un botoncito: esa persona puntual debe
esperar, esperar y seguir esperando a los demás, que son la inmensa mayoría. A
veces ha llegado incluso cinco o diez minutos antes de la hora acordada y debe
entonces esperar más todavía. Porque diez minutos después de la hora señalada,
dice el expositor de la conferencia o el organizador del evento o el
coordinador del viaje en autobús: Vamos a esperar un poco más a que lleguen los
demás.
Y entonces, vamos a darles motivos para
que sigan llegando a todos lados tarde, vamos a consentir su grosería. Para qué
cambiar si siempre los esperan. Y en caso de que el sentido común se apareciera
y decidiéramos dejar a ese que hace quince minutos dijo ya estar por llegar,
resultaría que los groseros, culeros y todo lo demás, seríamos nosotros. Pero
esto jamás pasa, “como vamos a dejarlos, hay que esperar tantito, qué nos
cuesta”.
¿De qué sirven esas particularidades? al
menos en este país olvidado de dios.
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